martes, 31 de mayo de 2011

ACERCA DE LOS LIBROS (II)

Hace 20 años empecé a dar cursos de monitores para algunas Federaciones Territoriales. Ya llevaba 15 años dedicado en cuerpo y alma a la enseñanza de la equitación. En cuanto a mi vocación de enseñante y apasionado del caballo, mi dedicación empezó desde mi más tierna infancia. Era el mayor de un grupo de media docena de primos aficionados al caballo y que, por edad y vocación, a mí me tocó ser y hacer de enseñante.

Siempre he tenido claro el valor del conocimiento profundo. Mi familia y, sobre todo los años pasados en el seminario -de los 20 a los 25 años- me inculcaron que una vida sin estudio y sin reflexión poco sentido podría tener (San Sócrates -el maestro de Platón- puro)

Pensaba, y sigo pensando, que para montar bien y sobre todo, para enseñar bien, tan importante es la práctica como el estudio. Esta actitud la encontramos corriente hoy en día en un arquitecto, un médico, un pedagogo, etc; pero creemos que la equitación es otra cosa. Y, en la práctica efectivamente lo es, porque seguimos estando a años luz de otras actividades, incluso deportivas, que son las más próximas a nosotros

Como la literatura hípica en castellano de entonces -principios de los 90-, era muy escasa y mi biblioteca empezaba a coger consistencia, me puse a traducir lo que yo consideré más importante para un profesional de la enseñanza de la Equitación. Era una manera de decir: esto es lo que yo pienso, pero “Fulano” lo expresa mucho mejor que yo. Y yo me limitaba a traducir y transcribir lo que “Fulano” decía (la limitación era relativa, porque el esfuerzo de selección y traducción sí que eran grandes). Así hasta cuarenta fulanos distintos. Pero hubo uno especial: Jean Licart. Su libro "Equitation Raisonnée" había que traducirlo entero, y lo hice con la ayuda de unos alumnos de la F.H.T. Aragonesa.

Casi 20 años han pasado de la traducción de J. Licart. Mi biblioteca hípica hoy supera con creces los quinientos libros dedicados al caballo, y cerca de dos mil artículos clasificados por temas. ¿Mi libro favorito, hoy? La trilogía de J. Licart: "Equitation Raisonnée", "Pefectionnement Equestre" y "Dressage". Con todos mis respetos, es el Aristóteles de la Equitación. Y, de momento, poco superado por los científicos modernos de la Equitación: Denoix, Clyton, Dyson, Olivier, Barrey, Karl, Heustchmann, Henriquet, Cornille, Harrys, Maurel, D’Òrgeix, Racinet, Higgins, Wyche, etc. Y una cosa tengo cada vez más clara: sólo existe una Equitación que se manifiesta de múltiples maneras.

Escritor también moderno, a pesar de haber muerto el siglo pasado, es nuestro vecino y casi hermano Nuno Oliveira. Hace unos meses se me ocurrió sugerir a mi alumno del alma Jorge -adicto a Nuno hasta la médula- que me estableciera una comparación entre las fotos de los libros de Podhajsky y Nuno O. Espero que algún día me llegue y la publicaré en el blog. Seguro que será interesantísima

Toda esta perorata para deciros que, por fin, voy a empezar a colgar en el blog los "Apuntes para caballistas", título que le puse al eglogario de los libros que utilicé en los cursos de monitores que fui dando. Autores que siguen siendo interesantes por las cosas que nos transmitían.

Paz y espero que sirva a alguien

miércoles, 25 de mayo de 2011

ACERCA DE LAS RIENDAS ALEMANAS (II)

Si hay unas riendas que requieren un tacto especial, no cabe duda que son las alemanas. Pero antes que manejarlas con verdadero "tacto ecuestre", hace falta conocerlas bien.

Yo prefiero utilizar el nombre original de las mismas: "riendas deslizantes": así las llamaba el que, según parece, fue su inventor a mediados del siglo XVII, el Duque de Newcastle. Pronto se pusieron de moda en Alemania y de ahí debe proceder el nombre actual: riendas alemanas.

¿Por qué prefiero el nombre de riendas deslizantes? Porque en el nombre lleva implícita su función. Y, a su vez, esta función puede ser doble y opuesta, según se manejen de una u otra:

1ª manera: al fijar la mano respecto de la boca del caballo y empujando con las piernas, el caballo, al no encontrar un punto fijo porque las anillas del filete van resbalando sobre las riendas, baja la cabeza estirando el cuello. Es colocar al caballo en la posición "bajo y lejos", tan necesaria en la gimnasia de base de cualquier caballo. Según esta manera, el bíceps no se utiliza en absoluto y, para mantener la mano fija respecto de la boca del caballo, conforme éste baja la cabeza, el codo se va abriendo progresivamente: la mano sigue a la boca, manteniendo prácticamente la misma tensión. Sería la manera correcta de utilizar las riendas deslizantes: ayudarnos de ellas para colocar el balancín del caballo (su cuello y su cabeza) donde los gestos del caballo sean más confortables.

2ª manera: cuando la mano de j/a, en lugar de permanecer fija tira hacia atrás, la rienda hace de polea sobre la anilla del filete, multiplicando su potencia. Es la anilla del filete la que resbala sobre la rienda y no al contrario como en la primera manera. Esta segunda manera es la que desacredita a estas riendas: se utiliza principalmente el bíceps y el codo se cierra. Como siempre, lo fácil es tirar de las riendas y como, al ser polea, tiene un efecto multiplicador, "aguantar" al caballo es posible con "dos dedos", es decir, con un mínimo de fuerza. Pero actuando de esta manera, la posición del balancín del caballo (cuello y cabeza) es incorrecta, además de que provoca que el caballo encoja los músculos del cuello y, como consecuencia, su equilibrio sea también incorrecto. Es la manera nefasta y más habitual de utilizar estas riendas: nos hacen más fuertes a caballo pero no más listos y, por supuesto, en absoluto buenos caballistas.

Vivimos una época en que nuestra relación con el caballo se establece -o debe establecerse- más en términos de colaboración que de sumisión. No se trata tanto de dominar al caballo sino de hacer de él nuestra "pareja de baile", o sea, colaborar juntos para la obtención de un objetivo que, necesariamente, lo impone el caballista.

Según este principio, la mano, ayuda más activa del caballista, debe acomodarse a esta nueva forma de pensar en (o como) el caballo. En lecciones anteriores he procurado desmenuzar casi todas las posibilidades de nuestras manos: de lo que son, de lo que hacen instintivamente, a lo que deben hacer educadamente. A esto último sigue llamándosele "tacto ecuestre". Lógicamente, consecuencia del "sentimiento ecuestre".

Si hay una palabra importante en la práctica de la Equitación, es “ordenar”, y tanto más por su carácter ambivalente, pues puede querer decir:

1º Dar órdenes: si al menos éstas fueran siempre razonables como las que da el Rey del capítulo X de "El Principito"..... pero no suele ser así.

2º Poner orden: yo creo que esta es la clave de la Equitación. Mucho más importante que hacerle entender al caballo que "aquí el que manda soy yo y tú (caballo) no te cantees", es el ayudarle con nuestros conocimientos y nuestras acciones -"sentimiento y tacto ecuestres"- a que sus gestos sean confortables, es decir, los más apropiados y económicos para el objetivo que se busca. Y ¿qué, si no, se busca en todas las actividades deportivas e, incluso, en los trabajos cuya actividad física es repetitiva? Ello abocó en una nueva ciencia: la Ergonomía, ciencia que enseña en cada momento cuál es el gesto más confortable y, consiguientemente, más económico.

El problema está en que del dicho al hecho, hay un gran trecho. Repito por enésima vez lo que nos decía San Agustín: "Lo primero en el orden de la intención es lo último en el orden de la ejecución". Primer punto aclarado: previamente a dar órdenes razonables, hay que poner orden en el cuerpo del caballo para que sus gestos sean siempre confortables, es decir, los más apropiados a las acciones que deba acometer el caballo. Como todo deportista: llámese, Messi, Nadal, Gasol o Astolfi.

¿Cómo poner orden en el caballo con la mano? Haciendo justo lo contrario de lo que nos dicta el "instinto" (o el sistema límbico): hacer o incitar al caballo a que estire el cuello. ¿Razón? Es el primer ejercicio de calentamiento que realiza TODO deportista. Siempre se empieza por estirar y descontraer los músculos del cuello. Y en el caballo debiera ocurrir lo mismo, pero resulta que la mano -si no está bien educada- lo pone difícil porque empieza "instintivamente" siempre haciendo lo contrario. De la misma manera que nosotros para descontraer nuestro cuello lo doblamos a derecha e izquierda y lo estiramos hacia delante, así mismo hay que actuar sobre el cuello del caballo: empezar siempre por “flexiones laterales”. Lo mejor, doblarles el cuello por la base, pero progresivamente y, a continuación, dejarle que estire el cuello. En cada época siempre se ha hablado desde lo que se sabía, y aunque el lenguaje era bastante distinto -propio del concepto de Equitación que se tenía entonces-, el propio Duque de Newcastle habla de "flexibilizaciones extremas del cuello para ganar la cabeza y darle un buen apoyo con el fin de romper todas las resistencias". Esto lo conseguía a base de pedir “flexiones laterales” con las riendas deslizantes (y deja bien claro lo de las “flexiones laterales”).

Hoy en día, la mayoría de aficionados que utilizan las riendas alemanas, lo hacen para "enroscar" o "encoger" -lo mismo da- al caballo. En cambio, las “flexiones laterales” incitan al caballo a estirar el cuello. El que mejor lo explica, sin duda, es el Comandante Licart: Para estirar el cuello, primero incurvar. Aún lo dice más claro: "para desinvertir el cuello, doblarlo". La razón fisiológica que da es exactamente la misma que nosotros nos aplicamos para descontraer nuestro cuello: los músculos que nos contraen el cuello son antagónicos de los músculos con los que lo doblamos. Conclusión: si yo doblo el cuello estoy obligando a estirar los músculos que me lo encogen. Desde el Renacimiento, los autores hípicos han venido hablando de flexiones de tal o tal parte del cuello para decir lo mismo pero al estilo barroco. Y, desde luego, sin la claridad de ideas de Licart.

Hoy en día, los grandes maestros y especialistas en la mecánica de la Equitación, están de acuerdo en que las “flexiones laterales” deben preceder a las directas. Sólo Clinton Anderson -especialista de la monta western- afirma rotundamente que la “flexión lateral” es la clave de la flexión directa. Y sólo Jean Licart va al fondo de la cuestión y explica el por qué de la “flexión lateral”. No entiendo cómo este autor sigue sin estar traducido a nuestro idioma.


Paz y espero que sirva a alguien

martes, 17 de mayo de 2011

ACERCA DE LAS MONTURAS (contestando a Félix)

Me sugiere Félix que dé mi opinión sobre las monturas de salto y doma. Hasta hace un tercio de siglo, la única diferencia entre ambas estaba en el largo del faldón y en la verticalidad del mismo. El faldón de la montura de doma era largo y casi vertical, sin apenas rodillera sobresaliente por delante. La montura de salto tenía el faldón mucho más corto y adelantado. El asiento de ambas era prácticamente el mismo: bastante plano y retrasado. Desde entonces, han ido evolucionando cada una por su lado siguiendo las exigencias de la propia disciplina. Lo mismo ocurrió con la montura vaquera. La vaquera moderna es completamente distinta a la de hace medio siglo: es muchísimo más cómoda para la persona pero no creo que lo sea para el caballo.

Pero volvamos a la montura de doma y a la de salto actuales. Como el equilibrio de cada disciplina es distinto, la posición del asiento y de la pierna de j/a deben estar en función de dicho equilibrio. Y esta posición propia de la disciplina viene forzada en la montura de doma y facilitada en la de salto.

¿Por qué digo forzada en una y facilitada en la otra? Porque en doma, prácticamente, la posición es sentado. A penas sí se sale de la montura. Y para evitar que el culo se vaya hacia atrás -la gran tentación- y el asiento no salga de los isquiones, se ha acortado y, sobre todo, levantado de atrás la montura para aliviar lo más posible el dorso del caballo: el ir sentado no debe ser nunca "ir en el rabo". De esta manera se asegura la 2ª ley mecánica de la mochila: que los puntos de aplicación sean los idóneos. Y para que se cumpla también la 3ª ley mecánica de la mochila: sentirla, en todo momento, de la misma manera, se ha levantado mucho el borrén delantero y acentuado las rodilleras de los faldones, con el fin de quedar bien encajado en la montura: pierna y culo en la posición más eficaz.

En cambio, como en la montura de salto se está entrando y saliendo continuamente de ella, el asiento debe ser más largo y más plano -para evitar golpes innecesarios-, y el faldón más corto y adelantado para poder encajar bien la rodilla, bastante más flexionada que en doma, con el fin de que haga de amortiguador junto a las otras articulaciones de la pierna, tanto en el galope en suspensión como en el salto. En esta disciplina, además, son muy importantes los aductores para seguir cumpliendo las leyes mecánicas de la mochila.

En breve, seguiré con mis ocurrencias sobre la montura.

Paz y espero que le sirva a Félix y alguno más.