martes, 26 de octubre de 2010

La lección de los jueves: ACERCA DE LAS FLEXIONES

El pasado fin de semana me propuso mi amigo y alumno FM (nada que ver con la radio) que escribiera los jueves (aunque hoy es martes...) para así poder aplicarlo los fines de semana con sus alumnos. Me pedía, en concreto, que escribiera sobre las flexiones.
Casi siempre, el primer problema que nos plantea un caballo en la mano es que, o bien nos tira, o nos pesa a la mano o se nos encapota... para, a continuación, tirar fuerte. Lo más común es notar muchos kilos en la mano.
Sólo hay dos motivos para que esto ocurra: uno psíquico o mental y el otro, físico.

Motivo mental: un caballo manifiesta sus desacuerdos con nosotros a través de las resistencias que nos opone su mandíbula. Pongo un ejemplo para entenderlo mejor: cuando un niño que está jugando con un perro o un gato se pone muy pesado, el animalito acaba enviándole señales inconfundibles para que lo deje en paz, o gruñe (señal auditiva) o enseña los dientes (señal visual). Hago una aclaración: el niño ni está montado en el perro o el gato, ni les tira de la boca... Pero resulta que la señal que nos envía el caballo para enviarnos el mensaje de que no está de acuerdo con nosotros no es ni auditiva ni visual, sino táctil: resiste a nuestra mano tirando de la rienda.

Motivo físico: el caballo no está equilibrado, o no puede equilibrarse en la posición que queremos, dejándosenos caer en las manos como si fueran su quinta pata. Lógicamente, contrayendo la mandíbula y pesando lo suyo a la mano

Solución: flexiones, pero con una mano educada.
¿Qué entiendo por mano educada? La que, antes de mandar, se ocupa en ajustar las riendas (no "tira" directamente), y la tensión que transmite la da con los dedos y NUNCA con el BICEPS. El buen caballista sólo utiliza este músculo indirectamente. Muy importante es el ángulo de las riendas, porque el caballo sólo entiende el principio de acción y reacción (prácticamente como nosotros). La educación se consigue a base de repetir y repetir sabiendo que las cien primeras veces nos va a salir un churro o casi; que a partir de ahí y durante otros cientos de veces el progreso va a ser mínimo, hasta que un buen día diremos: ¡milagro! ya me sale la mano educada. A partir de entonces, más de una vez le diremos a un colega: "mira lo fácil que es manejar un caballo".

Cómo hay que flexionar un caballo: sencillamente doblándole el cuello. El resto del caballo, o sea, su cuerpo, sus articulaciones intervertebrales apenas sí se pueden incurvar. Así pues hay que centrarse en el cuello, y no sólo en su inserción con la cabeza -la nuca- sino principalmente en su inserción con el tórax. Esa articulación que no se ve, es tan importante como la nuca, la mandíbula y el dorso (zona lumbar).
Cuando un caballo está rígido y se le flexiona bien, el proceso que le hacemos seguir al caballo es el siguiente: si se ha puesto rígido, lo primero que vemos es el cuello invertido y, como consecuencia, el dorso hundido y los abdominales de adorno. Vamos, una pena de ver. Al flexionarle doblándole el cuello lo que realmente le estamos haciendo es que, como los músculos de doblar el cuello y los de invertirlo son antagónicos (no pueden funcionar simultáneamente), no le queda más remedio que desinvertir y estirar el cuello que es lo que nos interesa. Como este gesto nuevo para el caballo es un gesto confortable, tarda bien poco en relajar la mandíbula y, como consecuencia,descontraerá el resto de articulaciones.

Pero aún ocurren más cosas, todas lógicas, que explicaré la semana próxima.

sábado, 16 de octubre de 2010

A PROPÓSITO DE LA EMPATÍA. Contestando a Jacobo y Anto

Hace unos días Jacobo escribía esto: "estos últimos días a mi yegua le aparecía rota la manta por delante, encontramos zarzas que venían en el heno y pensamos que era eso pero ahora sin zarzas la sigue rompiendo más y más, qué me puedes aconsejar?"

Jacobo, efectivamente no te refieres a la monta, pero sí a una actividad que se ha inventado tu caballo en la cuadra y que no deja de ser un problema. A partir de aquí, empieza la empatía, a través de la cual trato de pensar como caballo, y entonces deduzco que las posibles causas podrían ser:

1ª El caballo, de natural, ES movimiento. Y en las cuadras los tenemos condenados a la inmovilidad. Por ello, muchos recurren a los tics, estereotipos o vicios de cuadra de toda la vida, con el fín de procurarse esa necesidad de movimiento tan natural en él.

2ª La sabia Naturaleza, ha dotado al caballo de un pelo para verano y de otro para invierno. El único inconveniente es que, cuando pasa calor en invierno, no se puede quitar su abrigo. Pero sí la manta de sobreabrigo a bocados.

3ª En cuanto a las zarzas, debo decirte que a muchos caballos les encanta, y los pinchos poco les afecta. El sentido del dolor del caballo es bastante distinto al nuestro. El pipirigallo es un forraje de secano que yo creo que se conoce poco por la dificultad de manejo: tiene muchos pinchos, pero al caballo le encanta.

La verdad es que no se me ocurre ninguna otra causa. Tal vez porque mi caballeidad aún es parca de ideas. Si a algún lector se le ocurre otras causas, creo que a todos nos encantaría poder leerlas.


ANTO, por su parte, decía que "lo mejor es tener objetivos concretos e insistir en ello". Anto, me brindas la ocasión para transcribir un párrafo del libro “LA CAZA Y LOS TOROS” de José Ortega y Gasset, y que llevo tiempo queriéndolo poner pero no encontraba el calzador. Muchas gracias por procurármelo. Dice así:

“Las ocupaciones felices, conste, no son meramente placeres; son esfuerzos, y esfuerzo son los verdaderos deportes. No cabe, pues, distinguir el trabajo del deporte por un más o menos de fatigas. La diferencia está en que el deporte es un esfuerzo hecho libérrimamente, por pura complacencia en él, mientras el trabajo es un esfuerzo hecho a la fuerza en vista de su rendimiento”

A mí me encantaría que la gente joven (de espíritu) lo asimilara y, sobre todo, lo pusiera en práctica. Cada vez tengo más claro, habiendo superado ya los dos tercios de siglo, que la edad no excluye ni la ilusión ni la pasión.

Paz y espero que os sirva alguien

domingo, 10 de octubre de 2010

LO QUE SEMBREMOS AL PASO, RECOGEREMOS AL GALOPE

Siguiendo con los principios –hay que volver siempre, y añado a menudo, a las fuentes–, se me ocurre hablaros sobre un tema que me parece importantísimo, pero que a menudo pasa muy desapercibido. Más que ocurrencia, es la reflexión –o conclusión– que he sacado de estos dos últimos fines de semana de los concursos del Sek en Madrid y del Pilar de Zaragoza. En ambos he tenido ocasión de hablar con más de treinta j/a participantes entre ambos concursos.

La reflexión que propongo y de la que doy mi versión es que desde el mismo momento que nos montamos en el caballo hay que pensar como él, que no es lo mismo que pensar por él. La palabra correspondiente es “empatía”, y no estaría de más acostumbrarse a ella, porque al fin y al cabo, es nuestra obligación a caballo. De una manera práctica y menos reflexiva, es lo que hacen todos los j/a de élite.

La técnica de aprendizaje del caballo, también como la del hombre, no es ni más ni menos que la repetición. Pero hay una diferencia capital con nosotros: la memoria del caballo no es selectiva. Lo que significa que hemos de estar muy atentos a lo que le pedimos al caballo, pues él repetirá ni más ni menos lo que nosotros le pidamos.

Y volvemos al lado práctico que es el que nos interesa. Y más precisamente a la posición de la cabeza del caballo, cuyo punto de referencia es la nuca (yo utilizo la expresión “punto de la nuca”, o sea, la situación de la misma), por ser ésta el punto más próximo a nuestros ojos, luego más fácil de definir o concretar.

Soy de la opinión que en entrenamiento (sobre todo en la pista de ensayo del concurso) hay que ir reproduciendo todas las “escenas” posibles que se nos van a presentar en la pista de competición. Como decía, y a diferencia del caballo, nuestra memoria sí es selectiva y podemos pensar: “ahora hago esto, pero en la pista me interesa hacer tal otra cosa”, con la falsa idea de no contrariar o enfadar al caballo en ese momento. Pero resulta que el caballo hará en la pista lo que se le haya repetido en el ensayo: si se le deja correr delante del salto, también lo hará en la pista. Del mismo modo, si en la pista de ensayo en las vueltas le hacemos que acorte bajando la cabeza, hará lo mismo en la pista de competición.

En los recorridos actuales conviene que el caballo gire con la nuca bien alta y apretando el culo, justo lo contrario que se suele hacer en ensayo. En cambio, si desde que nos ponemos a galopar con la mente puesta en el recorrido, no le dejamos que baje la cara –la nuca– en las vueltas, ni que se frene, al principio nos costará, pero, a base de repeticiones en cada vuelta, el caballo pronto adquirirá el hábito de subir la nuca en las vueltas (luego no se dejará caer sobre las manos), y avanzará como luego nos gustará que haga.

Conclusión: lo que le dejemos hacer al caballo al paso y al trote, luego nos lo hará al galope. Y lo que queramos que nos haga en el galope del recorrido, previamente se lo tendremos que haber repetido hasta la saciedad, hasta que lo haya entendido bien, o sea, que casi le salga naturalmente. Es fundamental que siempre el trabajo cotidiano y el de la pista de ensayo sean repeticiones de la anticipación del esfuerzo que tenga que hacer el caballo en la pista de competición.

Paz y espero que os sirva.

PD: Marcos, agradezco tu comentario. Me gustaría mucho que te prodigaras un poco más…

viernes, 1 de octubre de 2010

ACERCA DEL BÍCEPS. Contestando a Javi

Una de las características del bíceps es que produce un movimiento balístico, es decir, que una vez iniciado el movimiento, difícilmente se puede interrumpir antes de su finalización prevista. Esto es lo que ocurre cuando damos un tirón o un puñetazo. Montados a caballo, ¿cuántos tirones damos en una sesión? Como el trayecto del tirón suele ser muy corto, no le echamos cuenta, pero el caballo sí que lo siente. El problema está en que nos resulta muy difícil distinguir, cuando montamos, entre tirar -con el bíceps- y resistir -con los dedos, cuyos músculos están en los antebrazos- porque, como mínimo, estamos manejando una masa de cerca de 80 kilos que pesan el cuello y la cabeza del caballo. Esto es facilísimo de comprobar cuando se pone otra persona (y no el caballo) en el otro extremo de la rienda y se hace la prueba de tirar y resistir. La diferencia salta a la vista desde el primer ensayo. A caballo no hay desplazamiento de la mano porque el caballo tira más en sentido contrario. Y cuando hay desplazamiento es porque nos la arrastra hacia delante del tirón que nos da, o se nos va hacia atrás cuando se nos queda detrás de la mano. Pero si la mano está inamovible y el cuerpo perfectamente aplomado, el bíceps actuará mínimamente por sinergia con los otros músculos del brazo, de los cuales los más activos serán los de los antebrazos.

Dudo mucho que la tensión de las riendas de Slootack en el vídeo que proponía Javi (http://www.youtube.com/watch?v=7lFfXfSx5xE) excedan de un kilo entre las dos. Los buenos j/a alemanes -y los españoles también- no consienten que un caballo pese a la mano. Esto supondría desequilibrio hacia adelante, o sea, el contrario que se requiere para saltar: el caballo se ha de aguantar solito. Esto me lo dejó clarísimo mi hermano del corazón Pepe Salguero hace ahora cuarenta años. Recuerdo perfectamente el día, el lugar, la hora y la yegua que montaba. Tardé tiempo en conseguir lo que él me demostró en media hora.

Sigo pensando que la dificultad en distinguir entre tirar y resistir es de lo que más retarda el progreso en la Equitación.
Paz y espero que sirva a alguien más.