lunes, 31 de marzo de 2014

ALGUNAS NOTAS SOBRE LA ENSEÑANZA. EL PROFESOR DE EQUITACIÓN

Artículo escrito por Félix Lara Canovaca.

- La gran similitud en el lexema de las palabra profesor y profesional, ya debe hacernos pensar responsablemente en lo que supone ponerse a enseñar algo. Quien se atreve a enseñar, no debe dejar de aprender, también en equitación.
- Para ejercer como enseñante, o más bien lo que debería exigírsele a todo profesor es competencia profesional para la enseñanza y esto se fundamenta en los siguientes pilares:



1.    Conocimientos (saber):
Conocernos a nosotros, saber cómo funciona el caballo y como aprende el alumno.
2.    Capacidades (saber hacer):
Saber hacer lo que se enseña o predicar con el ejemplo, en nuestro caso montar bien.
3.    Actitudes (saber ser):
Casi diría el pilar menos común en el profesor de equitación, y tan o más importante que los demás. “Saber ser” exige:
·      Apertura al cambio
·      Compromiso
·      Actitud positiva hacia todos los alumnos, creencia en ellos y en sus posibilidades “Efecto Pigmalión”: el alumno conseguirá tanto cuanto se espere de él.

-       Las funciones fundamentales del profesor han de ser tres: instruir, educar y compensar.
Instruir (o enseñar):
En la actualidad, el proceso de instrucción (o enseñanza) no consiste ya en trasvasar contenidos de la cabeza del maestro –en la que se supone que están todos- a la del alumno –en la que se supone que no hay ninguno-, sino en ayudar a este a construirlos. “Quien quiera enseñarnos una verdad, que nos sitúe de modo que la descubramos nosotros” nos dice Ortega y Gasset.

La persona que ejerce la docencia ha de ser solo un “facilitador” del aprendizaje, y facilitar es, básicamente no inhibir, no frenar, permitir… Cuantas veces las limitaciones que se transmiten al alumno, parten de las propias limitaciones del que enseña –sin que este sea ni siquiera consciente-. Por ejemplo: –¡Que  la rienda no cruce por encima de la crin!- y el alumno lo dogmatiza porque su profesor lo tiene grabado a fuego en su mente. ¿Y por qué no cruzarla, si el caballo nos entiende mejor?


Así pues podríamos concluir este apartado diciendo que la enseñanza consiste en avivar ese deseo instintivo de conocer, ese amor espontáneo a la sabiduría. La meta del ser humano, su deber, su éxito verdadero, su sentido, su felicidad… no es vivir cómodamente, ni atesorar riquezas, ni alcanzar un título, ni fama, sino “llegar a ser…”

Educar
Educar para que los alumnos monten mejor pasaría por educar sus gestos para que el caballo entienda lo que se le pide.

Pero desde un punto de vista más amplio, ciertamente, las personas somos seres inacabados. Estamos constituidos por dos principios, uno actual (lo que somos) y otro potencial (lo que podemos llegar a ser), que se provocan, que tienden a fundirse. Cada uno de nosotros llega a este mundo a medio hacer, imperfecto, incompleto...

Estamos convocados a desplegar nuestras posibilidades, que son infinitas; a convertirnos en los seres singulares que debemos, no en meros calcos de los demás; a conformar nuestra (id)entidad, que es la fusión de esencia y proyecto; a buscar nuestra formación, porque por naturaleza no somos lo que debemos ser; a pasar de un estado natural a uno cultural; a perfeccionarnos, a crearnos; a humanizarnos. “Vivir es esencialmente crecer”, según dijo certeramente Aristóteles.
Compensar
Compensar en el sentido de establecer todas las medidas necesarias para que los sujetos que parten de una posición de desventaja puedan alcanzar las mismas altas metas que los demás.

Para concluir con estas notas, me gustaría resaltar la gran oportunidad que nos brinda el caballo –por su infatigable espíritu colaborador-, de poner en práctica todo lo dicho hasta  el momento. Pensemos en los más jóvenes, necesitados de estar recibiendo continuamente cosas buenas sin esfuerzo previo –adictos a la inmediatez-. Para trabajar con ellos la paciencia, la resistencia al fracaso o la frustración que éste conlleva,  que mejor herramienta que el caballo, donde precisamente la clave del éxito radica, fundamentalmente, en tomarle gusto a la repetición.


Paz y espero que sirva a alguien.
Félix Lara Canovaca

miércoles, 26 de marzo de 2014

EQUIVAL – Presentación



 

Revista Ecuestre de la Comunidad Valenciana

 


Aprovecho la ocasión que me brinda Fede Borredá para escribir en la revista hípica de mi tierra y poder poner a la disposición de mis paisanos –y no paisanos- mi experiencia con los caballos de mas de dos tercios de siglo.
Como tal experiencia personal,  presentaré una visión de la equitación que, seguro, no va a contentar a todos, pero sí espero que ayude a muchos, sobre todo a la gente, joven y madura, verdaderamente ilusionados con el caballo (por no decir apasionados del caballo; añado, entre los cuales me considero).
Normalmente se me encasilla en la disciplina del salto –de algo hay que vivir-, pero sigo diciendo que en lo que realmente soy experto, porque es a lo que mas horas le he dedicado, es en Fundamentos de la Equitación.
Por eso pienso que en esta revista debo escribir sobre lo que yo entiendo que son los Fundamentos de la Equitación, y en un lenguaje, en castellano puro, lo mas asequible posible para todos lo lectores.  Procurando poner ejemplos próximos  a nuestra vida cotidiana.
¿Qué son los Fundamentos de la Equitación?
Tan sencillo como el equivalente a los de una catedral. ¿Qué es lo que nos gusta de una catedral? lo que vemos. Y en las góticas, cuanto más arriba miramos, mas nos gusta. Pero esa visión no sería posible sin una buena base, que aguantara todo lo que vemos y, sobre todo, durante muchísimo tiempo. (PEDRO FERNANDEZ DE ANDRADE, en su magnífico libro –sí, magnífico- “De la Gineta de España”, dice: “casa sin cimiento, se cae presto”)
 Lamentablemente, en nuestro número del caballo, las prisas (¿quién no tiene prisas hoy en día? o, ¿a quién no le acucian?) nos hacen prescindir de conocimientos básicos, o de fases que se debieran asentar sólidamente en la construcción de nuestra “propia catedral” hípica. Yo, desde este púlpito laico, me voy a referir a los conocimientos.
Se impone otra aclaración: ¿qué entiendo yo por Equitación? Porque no es la misma relación la que se tiene con el caballo montado, que enganchado o en libertad. Yo voy a hablar/escribir del caballo montado, con el que nos relacionamos a través de nuestro equilibrio y tacto y, mínimamente, de la voz. Las otras formas de relacionarse con el caballo –enganche, doma natural-, dependen de otros sentidos.
Lo primero que nos planteamos a caballo, consciente o inconscientemente es, no sólo en qué términos debemos establecer esa relación, sino también la necesidad de control del caballo que nos lleva. Relacionarnos con gente de nuestra propia lengua y cultura es muy fácil, por la sencilla razón que se nos ha estado educando desde nuestra mas tierna infancia. Y lo consideramos como lo mas natural. ¡Con la cantidad de horas de formación (familia, escuela, deporte, etc) que nos ha llevado!. Pero con el caballo no utilizamos la palabra, gestos, incluso entonación como con las otras personas, sino nuestro propio equilibrio y nuestro tacto. Y estos sentidos sólo los tenemos educados para nuestras necesidades cotidianas…. que no tienen nada que ver con la equitación, o sea, con el caballo montado. A esto añadimos la necesidad de control (es mas, en todo momento y en todo lugar). Lamentablemente, la solución fácil a la relación y control, es el uso –y abuso- de la fuerza. Es lo que hemos visto a lo largo de la Historia sobre lo que se ha hecho con el caballo, desde su domesticación hace 5000 años aproximadamente,  hasta hace menos de tres siglos en que se empezó a dulcificar las embocaduras y espuelas.
Pero desde que el caballo, a mediados del siglo pasado, pasó de ser un instrumento de trabajo muy importante para la humanidad a abrirse camino para ocupar un puesto tambien importante en nuestro tiempo de ocio, la relación/control que existe entre caballo/humano –y que perdura desde que nos montamos hasta que nos bajamos del caballo-, ha evolucionado y para bien del caballo. Cada vez se habla menos de sumisión – en el sentido peyorativo-, y mas en términos de colaboración humano/caballo. Seguimos siendo dependientes de la relación y el control, pero sobre bases totalmente distintas. Si algo nos ha demostrado el caballo a lo largo de la historia, ha sido su espíritu de colaboración que nos ha permitido llegar a donde hemos llegado hoy en día. Y el hombre, lo ha convertido en su esclavo. Incluso hoy, en pleno siglo XXi en que se nos llena la boca de buscar el bienestar del caballo, de hecho, seguimos tratándolo demasiadas veces como esclavo. Por lo menos, la posibilidad de un planteamiento nuevo existe. Empiezo por la relación. Insisto, con el caballo montado.
El instrumento del que nos servimos –nos relacionamos- en nuestra práctica deportiva, el caballo, también piensa, aunque de una manera totalmente distinta a la nuestra y por dos razones fundamentales: la primera porque, como animal, no puede razonar (carece de lóbulo prefrontal, cerebro pensante) , luego ni tiene sentido moral ni del tiempo. Segundo, el caballo es la masa transportadora y nosotros somos la masa transportada. Esto es fácil de entender si reflexionamos  o recordamos situaciones parecidas, como llevar a un niño a hombros o en brazos, por gusto y también por necesidad. Y la forma de relacionarnos –la  comunicación-, como decía antes, es a través del equilibrio y el tacto. Pero no es el equilibrio de cada día, como cuando caminamos o corremos en que depende de nuestros pies el apoyarnos en el suelo y la información que recibimos del mismo es a través de las plantas; sino el equilibrio a caballo, en el que el “suelo” sobre el que nos apoyamos es móvil, y en lugar de hacerlo sobre  los pies, lo hacemos sobre el culo –lo correcto será sobre los isquiones- y la información que recibíamos de la planta de los pies ahora la recibimos a través del culo –o asiento, como se dice vulgarmente-. Lo que mas nos afecta es la inseguridad por falta de práctica….. y por ser una masa transportada. De ahí, la necesidad –perentoria-  de control.
¿Quién no ha pasado miedo cuando nos han llevado a hombros? ¿Quién no ha pasado miedo yendo de copiloto en un coche o de paquete en una moto?, y no digamos ¿quién no ha pasado miedo en el avión? El motivo de todos los miedos es, siempre, el mismo:  nos llevan –somos masa transportada-, y no somos nosotros los conductores –controladores- del vehículo. El problema a caballo, es exactamente el mismo. Las dos soluciones extremas, porque no necesitan educación –son puramente instintivas-, son el abandono (porque, o cuando, no hay peligro) por un lado,  y la utilización de la fuerza por otro. En medio está la solución buena, la educada y que, como dice el CONDE D’AURE:
“Conocer al caballo para montar mejor, y montar para conocerle mejor”
Pero SAN AGUSTIN, que no era caballista pero sí gran conocedor de la naturaleza humana, al hablar de su relación divina –y que podemos trasladar a nuestra relación con el caballo-, decía:
Conocerte, conocerme
Que, para nosotros, supondría:
Conocer al caballo, pero también conocernos a nosotros mismos.
Lamentablemente, de la famosa frase del templo de Apolo, en Delfos, sólo se recuerda la primera parte y que, toda ella, nos sirve como caballistas, desde el debutante hasta el experto:
Conócete a ti mismo. Nada en exceso.
Seguiremos hablando del caballo y del caballista. Paz   

 http://www.equi-val.com/

martes, 11 de marzo de 2014

ENSEÑAR/EDUCAR EN LA EQUITACIÓN



   Desde el principio de los tiempos, la metodología para la enseñanza de la equitación ha variado muy poco. El profesor/a situado en el centro de la pista cuenta al alumno sus conocimientos y el alumno/a escucha, intentando asimilar lo que puede así como  reproducir sobre el caballo aquello que cree entender de lo que se le está narrando.

   Se trata de un proceso, generalmente unidireccional, en el que el maestro/a suele recibir el feed-back sobre todo, observando cómo evoluciona el caballo y haciendo, en función de sus observaciones las indicaciones y correcciones que considera oportunas.

   En la mayor parte de las ocasiones no hay una especial preocupación por parte del que enseña por los procesos mentales que el alumno/a está realizando ni del grado de asimilación de lo que está pasando. El alumno/a, se limita generalmente a reproducir las continuadas órdenes que va recibiendo, y que en la mayor parte de los casos no comprende, dándose profesor/a y alumno/a por satisfechos cuando el caballo realiza el gesto técnico que el docente está buscando. La sesión se da por concluida, independientemente de que el alumno/a haya comprendido, ni mucho menos  interiorizado. lo que acaba de ocurrir.

   De esta manera, consideramos un buen alumno/a, a aquel/aquella que es capaz de reproducir como un autómata sobre el caballo aquello que le vertemos  sin hacerse grandes cuestionamientos y creyendo a pies juntillas todo aquello que se les indica. De esta manera no es raro ver a jinetes con un alto grado de perfección técnica, que tendrían graves dificultades en explicar  o justificar aquello que están realizando.

   Normalmente, este proceso de enseñanza-aprendizaje es fruto de la improvisación y de la necesidad inmediata del caballo, que con suerte, será el adecuado para las necesidades del alumno/a. Si no es así, nos adaptamos a lo que el caballo necesita y ya está.

   Pero… existen otras formas de enseñar/educar en la equitación. Existen numerosas y variadas teorías sobre la educación,  que lejos de sustituir a aquellas que están establecidas, pueden aportarnos a profesorado  y alumnado  estrategias para lograr un mayor acercamiento y comprensión del  mundo ecuestre. 

   En esta introducción me daría por satisfecho si lograse despertar algún tipo de inquietud sobre el tema entre aquellas personas que se encuentren inmersas en el proceso de enseñanza-aprendizaje del mundo ecuestre. El primer paso es plantearnos que existen otras formas de enseñar-educar y  sentirnos motivados a investigar sobre ello.



Paz.

Marcos Núñez García-Delgado