martes, 27 de diciembre de 2016

PRINCIPIOS TEÓRICOS DEL APRENDIZAJE EN EQUITACIÓN

Espero que sea interesante para los que me leéis la traducción de estos principios a los que añadiré comentarios míos con el fin de dejar ideas más claras (al menos es lo que intento).
INTERNATIONAL SOCIETYFOR EQUITATION SCIENCE es la asociación que redactó estos principios. Para los que no la conozcáis, os remito a su página web de muy fácil acceso (http://www.equitationscience.com). Es de lo más serio –y avanzado- que conozco en nuestro número del caballo.  Su lema, como el mío y de otros muchos que escribimos sobre caballos, podría expresarse: "Colocar a la Equitación del siglo XXI dentro de un marco ético".

¿Sabes si tu método de entrenamiento resiste la mirada de la ciencia? Los siguientes principios han salido de la literatura científica (Mc Greevy y Mc Lean 2007 . Papel de la teoría del aprendizaje y de la etología en la Equitación – Journal of Veterinary Behavior). La aplicación de estos principios no va dirigida a un único método de doma. Existen numerosos métodos óptimos de entrenamiento que responden al conjunto de estos principios
Los diez principios que exponemos a continuación, se presentan como los “principios fundamentales” que rigen el entrenamiento del caballo. En cuanto que son principios fundamentales, no son negociables y son de obligado cumplimiento para preservar el bienestar del caballo y para que el desarrollo del entrenamiento sea óptimo. Estos principios se presentan como una elaboración posterior de los ocho principios originales, publicado por el ISES y cuyos autores son McGreevy  y McLean.

  • Principio   1º  Trabajar respetando el comportamiento y las capacidades cognitivas del caballo
  • Principio   2º  Aplicar correctamente la teoría del aprendizaje
  • Principio   3º  Utilizar señales fáciles de distinguir
  • Principio   4º  Modelar progresivamente las respuestas y los movimientos
  • Principio   5º  Trabajar las respuestas de una en una
  • Principio   6º  Enseñar una sola respuesta por señal
  • Principio   7º  Instaurar hábitos
  • Principio   8º  Buscar la persistencia de las respuestas
  • Principio   9º  Evitar y disociar las respuestas de huída
  • Principio 10º  Trabajarle cuando el caballo está relajado

En sucesivas entradas del blog, iré añadiendo la descripción detallada de cada punto con algún comentario mío.

Paz y espero que le sirva a alguien.


lunes, 5 de diciembre de 2016

CABALLOS Y GUISANTES: LOS PADRES DE MADRES O LA IMPORTANCIA DE LOS ABUELOS. Por Jesús C. A. y D.




Mi abuela, que me mimaba indecentemente, decía que tenía las manos y las orejas “igualito, igualito que el difunto de mi abuelito”.

El porqué de mis similitudes con mi abuelo lo demostró Mendel, allá por 1865, haciendo cruces con guisantes amarillos y verdes. Cuando los cruzó,  la primera generación (F1) resultó, -en su totalidad-, homogéneamente amarilla. Esto ocurrió porque el carácter amarillo era dominante sobre el verde.  Pero en otras ocasiones, puede que un carácter no domine sobre el otro. Volviendo a usar el carácter color, esto ocurre en determinadas flores rojas que al cruzarlas con flores blancas, producen una primera generación homogénea de color rosa, que no se parece a ninguno de sus progenitores, al ser un color intermedio entre ambos.




Esto puede aplicarse a la cría de caballos, ya que al igual que los guisantes o las flores, los caballos también están sometidos a las Leyes Mendelianas. Cuando planeamos un cruce entre dos caballos hay dos técnicas distintas según su conformación: Una es la técnica llamada “cruce variado positivo” o “similar a similar”. En el que se trata de buscar dos animales con una conformación similar, es decir con un fenotipo similar, y el objetivo es que nazca un potro que se parezca cercanamente a sus padres. La otra técnica llamada “cruce variado negativo” o “diferente a diferente”, que es del que voy a hablar aquí, se basa en buscar la conformación contraria, o el fenotipo contrario. Es decir si mi yegua tiene el fémur corto, busco un semental que tenga el fémur largo, para de esta manera sacar un fémur intermedio. La descendencia en este caso no es tan extrema como sus padres, y el objetivo es enrazar

El cruce variado negativo, fémur corto con fémur largo de nuestro ejemplo, o garganta empastada con garganta marcada, o dorso débil con dorso fuerte,  es ampliamente usado por el ganadero de caballos, que consciente de los defectos y puntos débiles de su yegua, elige el semental que mejor pueda contrarrestarlos, y al hacerlo posiblemente obtengamos el deseado efecto intermedio, con el que mejoramos a la madre.

Una vez que hemos conseguido el potrito o la potrita, que gracias al cruce variado negativo presenta una mejoría notable sobre la madre al haber atenuado los defectos de ésta, nos entusiasmamos cuando crece y lo dejamos de reproductor, y es en este momento cuando vuelven a intervenir las Leyes de Mendel,  diciendo que cuando cruzamos a éstos individuos con un valor intermedio para un carácter obtenido del cruce de dos valores mas extremos, una parte de su descendencia se parece a los abuelos. La proporción de esta descendencia parecida a los abuelos es variable, dependiendo de la dominancia o  recesividad  del carácter, y su valor será desde una proporción 3:1, ó un 25%  parecido a los abuelos en el caso de que un carácter sea dominante sobre el otro, hasta un 1:2:1, ó un 50% en el caso de que no domine ninguno de los caracteres. 



¿Qué aplicación tiene esto en la práctica? En el caso de usar como reproductores a animales que provienen de un cruce variado negativo, que se hizo con la intención de atenuar un defecto presente en sus padres, y aunque él mismo no presente el defecto por haber resultado dicho cruce un éxito, se debe esperar en un porcentaje considerable de sus hijos la reaparición del mismo defecto de los abuelos.

La estadística enseña que una yegua a lo largo de su vida como reproductora tiene, en el caso de yeguas “excepcionales” un 33% de hijos mejores que ella, es decir 1 de cada 3, (siempre refiriéndome a que la madre y los hijos se dedican a la misma función: carreras, morfológicos, saltos, doma). En el caso de yeguas sólo “buenas” este porcentaje desciende, siendo alrededor de un 20%, es decir necesitas tener 5 hijos para obtener uno mejor que la madre. Si ahora nosotros partimos de una yegua reproductora obtenida de un cruce variado negativo, ideado para paliar un defecto presente en sus padres, este porcentaje se verá aún más reducido, por la reaparición de los defectos. En estos casos el porcentaje en yeguas “excepcionales” se vería reducido al menos a un 25% de hijos mejores que la madre, y en yeguas sólo “buenas” a un 15%. Pasamos a necesitar entre 4 hijos para las yeguas “excepcionales”, y 6,6 hijos en el caso de las “buenas” para obtener un producto mejor que la madre.

En ocasiones, los padres de nuestra reproductora pueden tener en vez de uno, dos defectos de conformación. En éstos casos, e independientemente de que nuestra reproductora presente dichos defectos atenuados, los porcentajes de obtener un potro mejor que ella se reducen, en el mejor de los casos, a la mitad. Si se trata de una yegua “excepcional” necesitaría 8 hijos para obtener uno mejor que ella, y si la yegua es solo “buena” necesitaría 13 hijos. Esto económicamente es un desastre para el ganadero.

Por supuesto que en ningún momento hablo de las yeguas regulares o malas como reproductoras, ya que el resultado es que jamás tendrán un hijo con calidad suficiente.




 Mi conclusión ante un ejemplar reproductor, bien sea caballo o yegua, es que debe conocerse perfectamente si proviene de un cruce variado negativo o no. Es decir, si viene de un cruce planteado para atenuar un sólo defecto presente en sus padres. Incluso en el caso de que él o ella no presente dicho defecto debido a que el resultado del cruce por el que nació fue un éxito. En éstos casos los porcentajes de hijos mejores que la madre disminuyen drásticamente. Si en vez de un solo defecto corregido o atenuado, hablamos de dos defectos en la conformación de los padres los resultados son ya  horrorosos, y posiblemente el ganadero no tendrá ni tiempo de vida, ni dinero para poder soportarlos.
Por lo tanto un ganadero serio y riguroso antes de elegir un reproductor debe estudiar y conocer perfectamente la conformación de sus padres y comprobar qué defectos se han atenuado con el cruce.

Cambiando de tercio, un breve apunte sobre otro aspecto en el que los abuelos tienen una especial importancia se produce cuando realizamos un cruce entre dos razas puras distintas, como puede ser P.R.E. o Lusitano con KWPN, Silla Francés, Hann, cruces que han sido utilizados para producir caballos de deporte. En éstos cruces la primera generación o F1 suele ser bastante homogénea y tendrá a su favor que es la de mayor Vigor Híbrido. El problema aparece cuando utilizamos como reproductores a esa F1 o primera generación para dar lugar a la segunda generación o F2. Esta F2 tendrá un porcentaje de animales con rasgos parecidos a los de sus abuelos. Esta reaparición de caracteres de los abuelos hará que en la F2 el porcentaje de animales con todas las características deseadas para el fin por el que se cría sea menor del normal.

Únicamente son Ocurrencias Hípicas.

Paz y que le sirva a alguien. 

 Jesús C.A.y D.

jueves, 24 de noviembre de 2016

NUCA DEL CABALLO 2ª parte



Seguimos con las constataciones del artículo anterior
Tercera constatación: ¿Cuáles son las acciones reales sobre el balancín del caballo –cabeza y cuello- tanto del filete como del bocado? Fisiológicamente ambas embocaduras actúan distintamente: el filete lo hace fundamentalmente sobre la comisura de los labios –zona carnosa- y el bocado lo hace siempre sobre los asientos –zona ósea-. La sensibilidad, se supone, muy distinta.  Pero también está el problema del dolor, y aquí es donde me entran las dudas: si el caballo no tiene ningún problema en masticar y tragar plantas espinosas, es más, lo suele hacer por gusto y no por necesidad, ¿hasta dónde es sensible al bocado y hasta dónde insensible a los espinos?
Además de estas diferencias fisiológicas está también la diferencia mecánica: el brazo de palanca del bocado sobre las articulaciones de la nuca y de la mandíbula –en el otro extremo de la cabeza- es mucho mayor que el brazo de palanca del filete. Y no sé hasta qué punto afecta más al caballo la acción del bocado sobre los asientos –problema fisiológico-, o sobre la nuca –problema mecánico-. Siempre tengo bien presentes los auténticos instrumentos de tortura con los que se manejaban a los caballos en la época grecorromana ¡y los pobres animalitos aguantaban!. Y a ello había que añadir que, los que iban enganchados en las cuádrigas, tiraban de la tráquea (asfixia más inversión de la base del cuello) y no de las espaldas como es el tiro racional.





Cuarta constatación: Las articulaciones a mitad flexionadas disponen de mucha más latitud en ambos sentidos que cuando están casi totalmente flexionadas. Y en algunas articulaciones ese punto medio está en la vertical. Por ejemplo, cuando echamos un pulso, según de qué lado de la vertical tengamos el brazo, lo tendremos bastante más fácil o, al contrario, bastante más difícil el ganar a nuestro contrincante. Con la nuca del caballo pasa lo mismo: hay una diferencia enorme en cuanto al control del caballo según el perfil de su cara esté por delante de la vertical –despapa-, o por detrás: se queda detrás de la mano. En esta última posición tenemos todas las de ganar: es como si le hiciéramos al caballo una llave de jiu jitsu. Pero también esperamos hacer otras muchas, y muy distintas, cosas con el caballo, bajo control desde luego, y que en la posición detrás de la vertical –normalmente detrás de la mano- se lo ponemos muy difícil porque ergonómicamente es incorrecta, aunque nuestra sensación, lamentablemente, sea muy buena. LICART nos recuerda, precisamente hablando del manejo correcto de la nuca, que “normalmente el jinete no actúa por el bien del caballo, sino únicamente buscando más facilidad en el manejo del caballo (sobre todo la sensación de control) y, también, en su comodidad”. Una vez encapotado el caballo –no tiene por qué llegar al rollkur- le resulta muy difícil salir de esta posición, entre otras razones porque al jinete también le resulta muy difícil colaborar para facilitarle el que abra y suba la nuca. El caballo más o menos encapotado, cada vez que sienta la mano  del jinete, bajará y cerrará la nuca, con lo cual su equilibrio estará más sobre sus espaldas. Lo correcto, y lo ideal, es que cuando el caballo sienta mayor tensión en las riendas bascule, es decir, que suba la nuca al cerrarla –y nunca al revés, o sea, cerrarla y  bajarla- y que meta los pies. De esta manera el caballo empieza a saber reunirse correctamente: subiendo la nuca y metiendo los pies. No es tan difícil si se hace bien: asiento y torso inamovibles (espalda nunca detrás de la vertical), mano que suba ligeramente la nuca y dedos cerrados para resistir (mano bocherizada: que resista pero que no tire ), y piernas –espuelas- haciendo contraer los abdominales del caballo para que suba el dorso y meta los pies. ¿El problema? Una correcta sincronización de los movimientos o acciones del jinete. Y  se llega a ello a base de repeticiones. Como nos decía SAN AGUSTIN “lo primero en el orden de la intención es lo último en el orden de la ejecución”. Virtud fundamental: la paciencia unida al esfuerzo.



Queda una quinta constatación: ¿la nuca debe avanzar o la boca debe retroceder cuando se intenta reunir al caballo?

 Paz y espero que le sirva a alguien

martes, 15 de noviembre de 2016

CODO DEL JINETE Y NUCA DEL CABALLO



Dos articulaciones, una nuestra y la otra del caballo, a las que no se les da la consideración que merecen. Al menos eso creo. Y por ello voy a exponer mis razones. Además, ambas están mucho más relacionadas de lo que nos creemos.
Dos aclaraciones previas:
1ª.- Respecto de la nuca, me voy a referir a la flexión y extensión, y no al movimiento lateral o de rotación de la misma.
2ª.- Cuando hablo de abrir o cerrar el codo, no me refiero a su separación del cuerpo sino al ángulo formado por el brazo y antebrazo. Hasta no hace mucho tiempo, cuando nos decían que había que cerrar los codos, equivalía a llevarlos pegados al cuerpo.
¿Qué tienen ambas articulaciones en común? Yo pienso que de ellas depende, en gran parte, el equilibrio del caballo. Y escribo para ayudar a tomar conciencia del problema. Sí me atrevo a decir que lo tengo comprobadísimo.

NUCA DEL CABALLO:

A menudo he escrito sobre las tres articulaciones principales (de un total de 9) que hay entre la boca del caballo y la mano del jinete –y que son las que estamos manejando continuamente a través de las riendas-: mandíbula (articulación témporo-mandibular), nuca (articulación atlanto-occipital) y base del cuello (articulación cérvico-torácica). Cada una de ellas tiene un papel específico (lo mismo que las otras seis menores).
La nuca es la que más salta a la vista, y es la única parte de la cabeza que ve el caballista.
La mandíbula nos confunde con mucha facilidad, porque es muy fácil equivocarse cuando el caballo cede, ya que esta cesión puede ser –o proceder- tanto de la mandíbula como de la nuca.
 Y la articulación de la base del cuello resulta que no se ve, pero es tan importante como las otras; y debemos conocerla y aprender cómo funciona. En artículos anteriores también he explicado los quebraderos de cabeza que su desconocimiento ha provocado a la Humanidad, sí a la Humanidad. Y hoy en día, todavía,  a infinidad de jinetes. Si comparamos el manejo de estas articulaciones con los inicios de la conducción de un coche, vemos que lo primero que se nos enseña es a manejar correctamente los pedales –embrague, freno y acelerador- con las piernas; y volante, freno de mano y cambio de marchas con las manos. Y no sólo aprendemos a no equivocarnos, sino también a ser precisos en la utilización de estos resortes. Porque, al fin y al cabo, son resortes (exactamente igual que los de los caballos. O los nuestros).  Un error de conducción del coche nos puede llevar al hospital o al taller de reparación: cualquiera de los dos duelen. Y tal vez, mucho. Y los errores en la conducción del caballo no tienen, ni mucho menos,  la trascendencia de los del coche, pero sí desesperan; al caballo primero, al jinete y al entrenador a continuación y, finalmente, a los familiares más allegados. Lo fácil que es echarle la culpa al que no puede protestar a nuestra manera (pero sí un poco a la suya). La solución, lógicamente, pasa por un conocimiento correcto de cómo funciona el caballo –hoy sabemos bastante más que hace unos años- y también, importantísimo, saber cómo funciona nuestro cuerpo para poder llegar a “hacer gestos correctos para que el caballo me entienda y pueda ejecutar lo que pienso”. Y en nuestro número cuantas veces “pienso y digo lo mejor, y hago lo peor” (eso sí, sin querer o sin ser consciente de ello). Hoy, no sólo teniendo en cuenta la competición de cualquier disciplina sino por respeto al caballo, debemos pensar que somos su pareja de baile: equilibrio y coordinación de movimientos. Cada vez se le pide más precisión –ya digo, en cualquier disciplina- al caballo. Y es la misma que nos debemos exigir a nosotros mismos. 
               
Pero volvamos a la nuca. Yo creo que tenemos que tener bien grabado en la mente –y si no en el celular que todos poseemos- el cuadro de las articulaciones intervertebrales del libro de la Doctora Hilary M. Clayton “Conditioning Sport Horses” (Sport Horse Publication). En él vemos que el rango de movimiento de la nuca en flexión y extensión es de cerca de noventa grados; el de la mandíbula  (que no viene representado en dicho cuadro) no llega a los veinte grados y la base del cuello sobre los treinta grados.



Primera constatación: sobre todo con la mandíbula es muy fácil situarse en el límite, tanto inferior como superior de su rango de movimiento, zonas donde tanto el caballo como nosotros no nos sentimos cómodos, por lo que recurrimos a otra articulación próxima de movimiento más amplio que protege a la de menor variación. Y esto es lo que hace el caballo con su nuca: para protegerse de las incomodidades de la articulación de la mandíbula cuando la situamos, normalmente sin darnos cuenta, en sus límites. Y es exactamente lo mismo que hacemos los humanos con todas nuestras articulaciones.
Segunda constatación:   La cabeza del caballo mide casi medio metro de larga. En el extremo superior está la nuca; aproximadamente cinco centímetros más abajo, la articulación de la mandíbula. O sea, ambas articulaciones están muy próximas. Y casi en el extremo inferior de la cabeza, en la boca, está colocada la embocadura desde la que “mandamos” al caballo. Si aplicamos las leyes de la palanca, resulta que el brazo embocadura-nuca es mayor que el brazo embocadura-mandíbula, por lo que el caballo siente más la acción de nuestra mano en la nuca que en la boca. Y como, además, tiende a protegerse con la nuca por su amplitud de movimiento, muchas veces cede de la nuca cuando creemos que lo hace de la mandíbula. O quisiéramos que lo hiciera. Y no sólo para protegerse sino también porque el brazo de palanca, como decía más arriba, es mayor el de la nuca que el de la mandíbula.



Aún quedan más constataciones. Seguiremos con ellas.

Paz y espero que le sirva a alguien