jueves, 10 de mayo de 2012

¿NO HAY LIMITES JUAN?

¿NO HAY LIMITES, JUAN?, pensó y sonrió. Su carrera hacia el aprendizaje había empezado”. Con esta frase acaba la fabulosa fábula de “Juan Salvador Gaviota”, y con ella empiezo para hablaros de mi amigo Juan  D-M y su caballo Goracio.
Juan, la verdad, es mucho más que un amigo porque, entre otras razones, es hijo de mi entrañable maestro Perico Domínguez Manjón. Sin lugar a dudas, es la entrada del blog que más me está costando y quisiera rematarla dignamente. Por eso recurro a “Juan Salvador Gaviota”,  porque Juan es un ejemplo muy próximo de superación diaria.
Juan  quedó parapléjico a raíz de un accidente hace un tercio de siglo  aproximadamente. A partir de entonces, su movilidad depende de una silla de ruedas y con buen respaldo, ya que la lesión está a la altura del esternón, con lo que no puede contar con sus abdominales para equilibrarse. A pesar de su nueva limitación, seguía dándose algún que otro paseo a caballo con su padre -mi maestro- por la finca de Onteniente.
Hace unos tres años se incorporó a la competición paraecuestre. Ha ido progresivamente tomándole gusto y concienciándose del nivel de exigencia de la competición. Y desde hace casi ocho meses trabajamos en equipo y compartimos trabajo, disciplina e ilusiones.
Goracio es nuestro compañero de fatigas. Además de María Eugenia, que es la encargada de las labores más rutinarias –lo propio de una esposa “comme il faut”–: darle cuerda con el “cordellet del cura”, y muchos etcéteras más. O sea, nuestro comodín. El equipo de ayudantes lo cierra Javier Aguirre y Carlos Figuerola (éstos también son dos chavales “comme il faut”), recientes sustitutos de Micol.
Decía que Goracio es un crack. Nos aguanta todo: inamovible en los tiempos de montar y desmontar –fundamentalísimo–, riguroso en el trabajo cotidiano y en la reprís. Eso sí, de vez en cuando nos da un sustillo para mostrarnos su personalidad, como queriendo decir “aquí estoy yo y manteneos atentos. Y si me exigís, quiero ver que vosotros también os exigís”. Pero, repito, es la seguridad personificada –o, caballeizada– (“San” Sócrates, hace muchos siglos, también nos habló de la caballeidad). El colmo ya sería que tuviera unos movimientos brillantes. No nos importa porque va progresando adecuadamente.
Los días que voy yo, lo monto previamente durante media hora o tres cuartos. Sobre todo me preocupo de poner su cuerpo –el de Goracio–  lo más en orden posible, que sus abdominales trabajen bien –fundamental, pies activos y que su dorso aguante bien a Juan–, y que no pese a la mano  para que las riendas sólo sirvan para transmitir órdenes. Juan sólo controla su cuerpo de esternón para arriba, y con sus brazos tiene que equilibrarse y con los dedos, dar órdenes. Lo que parecía casi imposible hace unos meses, ya lo va consiguiendo y con perspectivas, y ganas, de mejora.
Cuando se monta Juan, los primeros minutos hay que acompañarle llevando a Goracio con un ronzal, para que Juan sólo se tenga que preocupar de equilibrarse y de que sus piernas se vayan acomodando a la nueva postura. No me extraña que algunas veces me diga “yo qué pinto aquí arriba”, porque los primeros minutos son criminales, hasta que consigue equilibrarse, es un decir... A mí me lo dice de vez en cuando. Yo creo que él lo piensa todos los días.  Pero no quita para que cada día tenga –tengamos– más ilusión.
Pronto el trabajo cotidiano nos resulta divertidísimo  por los retos que nos vamos poniendo y la ilusión con que lo hacemos. Y aquí  vale lo de la canción de Manolo Escobar: “no me llames iluso porque tengo una ilusión”. Gracias a Dios, Juan no puede hablar de una ilusión sino de una cuantas.
Una de las cosas que estoy aprendiendo con Juan es que, además  de aspirar a algo impensable hace un tiempo, también aspira a hacer lo que está haciendo lo más perfecto posible. Como decía Séneca, hay que aprender, no para saber más sino para saber mejor.  Y a Juan Salvador Gaviota le dice su maestro que “el cielo no es un lugar ni un tiempo. El cielo consiste en ser perfecto”.
El cambio del paso de Goracio lo notamos en los primeros minutos en que hay que ir a su lado. Antes era un paso cansino y ahora casi nos toca correr. Conforme su relación o coordinación con el caballo va aumentando, le permite hacer cosas nuevas: unos pocos trancos en trote en extensión de verdad. Medias vueltas al paso (más vaqueras que clásicas) pero muy correctas. Y el passage le encanta a Juan. Hasta ha hecho sus pinitos con la espalda adentro. Soy yo el que tiene que ir parándole (en sentido metafórico).
Como este fin de semana corre el Campeonato de España Paraecuestre en Oliva Nova, llevamos muchos días concentrándonos en él. Yo creo que los nervios –el “gato” – le vienen de que este año aspira a hacerlo muchísimo mejor.
La lección que aprendo cada día de  Juan, cada día la misma, es que  nuestras limitaciones están en nuestra mente.  “Rompe las cadenas de tu pensamiento -dice J.S.G.- y romperás también las cadenas de tu cuerpo”. Pero también cada día con algo distinto, por lo mismo que dice J.S.G.: “no creas lo que tus ojos te dicen. Solo muestran limitaciones. Mira con tu entendimiento”.  Inevitable recordar la despedida del zorro al Principito:  “Adiós –dijo el zorro–.Este es mi secreto. Es muy sencillo: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”
Acompaño dos vídeos caseros de Juan de hace menos de tres semanas.  Observad un detalle importante: una pierna escayolada debido a un accidente doméstico. Lo cual no fue impedimento para que durante los preceptivos cuarenta días de llevar la escayola siguiera montando al paso sólo y sin estribos. Creo que en el segundo da hasta unos tranquitos de passage. Está claro que hace más el que quiere que el que puede.


Acabo como empieza Juan Salvador Gaviota:
“Amanecía, y el nuevo sol pintaba de oro las ondas de un mar tranquilo”
A los amante de la filosofía, que relean al respecto lo que decían Parménides, Aristóteles y Lao Tse.
A los amantes de la Historia, el primer tomo de Arnold J. Toynbee. No tiene desperdicio.
A los amantes de la poesía, el “If” de R. Kipling y el “No te rindas” de M. Benedetti.
A los caballistas, además, les deseo lo que decía San Juan: “Amigo, asciende más alto”. Con su actitud, mi amigo Juan me lo recuerda cada día. Porque, al fin y al cabo, es la actitud y no las aptitudes la que nos lleva a la altitud
Paz y espero que os sirva a alguien
                               
   




9 comentarios:

  1. ¡A seguir! ¡Los dos! Sois unos fenómenos. Un abrazo muy fuerte.

    ResponderEliminar
  2. Es para sentirse orgullosos, pero de verdad!!!, muy emocionante, un abrazo, Eduardo

    ResponderEliminar
  3. " EL ARTE ES LA SUBLIMACIÓN DE LA TECNICA POR EL AMOR" N.O.
    y aqui esto se plasma en su máxima expresión.
    Sois unos CAMPEONES.........tu lo dices jose como en el principito.
    Un fuerte abrazo, y toda la suerte del mundo.
    Jorge Cid.

    ResponderEliminar
  4. Enhorabuena a los Campeones por ese primer puesto

    ResponderEliminar
  5. BRAVO GORACIO y equipo, un saludo Luis

    ResponderEliminar
  6. Pues claro que no, José Manuel, no hay límites...solo los que nos pongamos nosotros mismos.

    La esencia de la grandeza humana radica en aquellos que optan por la realización personal, en circunstancias en las que otras personas se dejarían llevar por la apatía o la locura.

    Enhorabuena a todos los miembros del equipo, tanto a los humanos como al équido.

    ResponderEliminar
  7. ¡Que más quisiera yo que ir tan derecho como este tío!

    ¡Increible!

    ResponderEliminar
  8. el mejor comentario a "la Ascensión" (hoy los cristianos celebramos esta fiesta) que he leído y leeré.
    Gracias, padre

    ResponderEliminar
  9. Impresionante, no he podido dejar de emocionarme al ver los dos videos, es increible la compenetración de ambos. Un trabajo admirable. Irónicamente muchas veces pienso que si algo me pasara tendría que dejar de montar a caballo y hoy me habeís demostrado que no. Enhorabuena

    ResponderEliminar