martes, 31 de julio de 2012

DE LA GINETA DE ESPAÑA. De Pedro Fernández de Andrada (1599)


(Publicado en la revista GALOPE nº 63)
Llevaba años detrás de este libro. Mejor dicho, del “Nuevo discurso de la Gineta de España sobre el uso del cabezón”, del mismo autor y publicado en 1616.  Por fin, gracias a Tomas Mateo Cubero, sevillano como el autor del libro –y el que me proporcionó el enlace-, y a Carlos Hernández López, mi cirineo bibliófilo, he podido leer este primer tratado, lápiz en ristre para subrayar y hacer anotaciones al margen.
Como todo lo español, despechado y desechado de la historia de la Equitación  europea. Un ejemplo del despecho o ignorancia de lo español: en el magnífico museo del caballo de Saumur, al menos cuando yo lo visité hace unos cuantos años, no encontré ni rastro de nuestra vaquera (es una equitación de resultados inmediatos: el toro bravo no da para más, ni para menos). Para mí, una de las equitaciones más perfectas desde tiempo inmemorial. Su gran problema: su transmisión oral que aún hoy perdura en el campo bravo. Consecuencia de ello ha sido lo difícil de salir de su entorno y además, creo yo,  ser celosos de su entorno.
Este libro se publicó en 1599. De su autor, el ilustre sevillano PERO FERNANDEZ DE ANDRADA, sabemos  cosas, como que:
1ª.- Fue un gran conocedor de su oficio de caballista: llama –y se llama a sí mismo- “práctico”, al caballista experto.
2ª.- Sin lugar a dudas, una persona de una cultura inmensa. Estudioso de todos los clásicos grecolatinos y de las Sagradas Escrituras, utiliza el razonamiento basado en la autoridad,  para justificar sus experiencias con los caballos. De esta manera nos enteramos de lo que pensaban  -o sabían- sobre los caballos autores de la talla de Aristóteles, Homero, Estrabón, Herodoto, Virgilio, Plinio, por supuesto, y sobre todo, Jenofonte, Zacarías y un larguísimo etcétera de autores clásicos. Más parecido a su ilustre antecesor en el siglo, Copérnico, (quien también  usó el argumento de autoridad para demostrar lo indemostrable, entonces, de las esferas celestes), que a cualquier otro autor de temas hípicos de su época e incluso moderno. Tal vez también hubiera podido revolucionar la Equitación pero, por la razón que fuere, no pudo ser.
3ª.- Defensor a ultranza de nuestra Equitación española –a la Gineta-, muy distinta de la europea de entonces: la Brida. En este tema no utiliza los argumentos de autoridad sino analizando los por qué de una y otra monta. Sigo pensando que la gran diferencia estaba en que en España había toros bravos –peor todavía, salvajes-, y en el resto de Europa, no los había (Algo parecido al toro bravo debió haber en la cultura minoica, pero de ello hace más de tres mil años. Y de Polonia -que yo sepa-, lo que nos dejó escrito Don José Ortega y Gasset).  Quiero recordar que el origen del rejoneo, o primeros festejos taurinos, fue como sucedáneo de torneos y justas: en lugar de luchas entre personas –o caballeros-, en España se optó por la  lucha del caballero contra un animal: el toro bravo. Las consecuencias, felizmente, fueron otras: pocos problemas físicos sufría el caballero . El que sí estaba condenado de antemano a morir,  era el toro. Lógicamente. Este nuevo deporte requería una equitación totalmente distinta. Para mí, la diferencia más importante entre la Brida y la Gineta está en el principio primordial –valga la redundancia- de la Equitación: el sentimiento y tacto ecuestres: no hay más que ver la impedimenta –incluídos guantes- de caballo y caballero a la Brida, que imposibilitaban  el más mínimo sentimiento y tacto ecuestres. No así en la Gineta, donde eran totalmente necesarios.
Sobre las diferencias entre la Brida y la Gineta, dice el autor en la página 44:
  “Y para no cansar a los que no son aficionados, no refiero todos sus provechos, primores y                         “ galas:  pero basta conocer que es Caballería (la Gineta) de mucho ingenio: pues lo que en “otras (la Brida) se hace con fuerzas de cabezones, y gamarras, y frenos fuertes, y otros “artificios violentos: se hace en ella con sólo buen entendimiento y blandura, de modo que la “rusticidad, y braveza de los caballos se muda, o trueca en conocimiento claro, de lo que se les “muestra”.   
(Sobre la Gineta y la Brida, en esta revista se han publicado artículos muy interesantes de Julia García Rafols   y de Luis Miguel Font  en Equival)   
 Bondad de los caballos de España:  éste es, además, el título  del capítulo XIIII del primer libro de los dos que conforman “De la Gineta de España”. Y sobre el tema del caballo español de los siglos XVI al XVIII quiero extenderme  más porque, hoy en día, desgraciadamente pocos aficionados a y del caballo  conocen la importancia que tuvo el caballo español en los siglos citados. Mis argumentos de autoridad son los siguientes:
--HERNAN CORTES: “No nos quedaba después de Dios más ayuda que la de los caballos”. (Es la única frase que se me quedó grabada de cuando tuve que estudiar sus cartas cuando estudié preu hace 54 años )   La calidad de los caballos –españoles- de entonces, incuestionable. Es curioso que entonces se dió el mismo fenómeno histórico de la invasión de la península helénica por los escitas:  ambos pueblos invadidos creyeron que los invasores eran centauros. El nombre se les puso después, lógicamente . Esta frase se debió escribir alrededor de 1525. Y los caballos que aguantaron la conquista del nuevo mundo, eran de  máxima calidad: andaluces
--LA BROUE: padre –no reconocido- de la equitación francesa, dijo: “Durante siglos, las yeguadas de España surten de caballos de élite a los caballeros”
--PLUVINEL: padre –reconocido-  de la equitación francesa, aparece en todos sus grabados sobre el pura raza andaluz “Bonito”.
DUQUE DE NEWCASTLE:  “El andaluz es el caballo más noble que existe en el mundo, el más bello, el más digno de ser montado por un rey”
LA GUERINIERE: “De las yeguadas de Andalucía salen los mejores caballos”.  (me pregunto qué importancia tendrían hoy en día PLUVINEL y  LA GUERINIERE  sin sus correspondientes grabadores:  CRISPIN DE PAS  del primero y PARROCEL del segundo)
BARON DE EISEMBERG:  “La experiencia ha hecho conocer suficientemente que el caballo de España es sin discusión, de todos los caballos del mundo, el más perfecto, no solamente por su talla, sino también porque es dispuesto, vigoroso y dócil”.                                                           
--PEDRO FERNANDEZ DE ANDRADA: Nuestro autor, para justificar la bondad de los caballos españoles, y aún los mejores, los de Andalucía y , los mejores de la región, los de Sevilla, Córdoba y Jerez de la Frontera,  aporta los argumentos que dan Absirto, Solino, Pomponio Mela, Estrabón  y Plinio.
--Incluso las “royal mares” (siglo XVIII), origen del stud book del pura sangre inglés, eran yeguas de origen español
Desde los confines del tiempo hasta hoy, donde han nacido los mejores caballos, también  allí han sido los mejores jinetes. Y España, seguro, no ha sido una excepción. Por la razón que sea, muy poco conocidos. HUZARD, encargado en la nueva Enciclopedia (fines s. XVIII, principios s. XIX) del tema caballos,  se extrañaba de que  “poseyendo los Españoles los más hermosos Caballos de la Europa no se dedicasen con esmero a la Albeytería, y que no tuviesen  obras que tratasen de este tan importante arte”.  Y más adelante añade “que los Españoles carecían  de escritos de Albeytería y de Equitación”. Lamentablemente, no es que no tuviéramos tratados, sencillamente que no traspasaron los Pirineos.   
Mi propósito es desempolvar un poco, no sólo la literatura hispana, sino la ibérica (libros portugueses importantísimos del siglo XV y siguientes) como cofundadores de la equitación moderna. El mismo respeto  que los grandes autores italianos (GRISONE, FIASCHI, PIGNATELLI), franceses (PLUVINEL, LA BROUE, LA GUERINIERE, DUPATY DE CLAM), ingleses (W. CAVENDISH), incluso alemanes (VON EISEMBERG), tienen nuestro autores ibéricos.
 Por citar los más importantes: el rey DUARTE, TELES DE MENESES, MANUEL CARLOS DE ANDRADE y M. de MARIALVA de Portugal.
Y españoles:  SUAREZ DE PERALTA, FERNANDEZ DE ANDRADA, GREGORIO DE TAPIA  y VARGAS-MACHUCA.  
Considerando que se publicó hace 413 años, poco nos puede aportar técnicamente  a nuestra equitación diaria, como la mayoría de los clásicos. Pero, también como la mayoría de los clásicos, nos ayuda a reflexionar sobre nuestra equitación y a conocer la equitación de entonces. Creo que fue NAPOLEON el que dijo que el que no conoce la Historia, está condenado a repetirla (como queriendo decir, a caer en los mismos errores….. como sigue ocurriendo hoy  en nuestro número del caballo) ).  Sin lugar a dudas, un libro de caballos tan importante como el que más de los clásicos europeos. Y en español. Un español del siglo XVII, con la tipografía y ortografía de entonces. A pesar de ello, ameno y entretenido de leer.
Paz y espero que sirva a alguien.

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