martes, 30 de septiembre de 2014

EQUIVAL2.



Publicado en EQUIVAL, revista hípica de la Comunidad Valenciana

¿Qué es lo primero que siente el caballo cuando nos montamos?
Desde luego, sus problemas no tienen nada que ver con los nuestros. Pero nos podemos hacer una idea de ellos si somos capaces de ponernos en su lugar. O sea, hacemos un ejercicio de empatía que, yo creo, es lo contrario de la simpatía y de la antipatía porque en lugar de utilizar las emociones –o los sentimientos- utilizamos la razón
Y el primer problema de todos es que somos una carga;  esto es fácil de entender poniéndonos en su lugar. Pero, desgraciadamente, éste no es el único problema que le planteamos al caballo por mucho que se empeñen los autores clásicos que, por razón de la época en que vivieron –incluídos los de la primera mitad del siglo XX-, no tenían los conocimientos de que disponemos en este siglo XXI (Yo creo que el único que se aproxima a dar una explicación “moderna”, es Steinbrecht en su Gimnasio del Caballo).
  Normalmente se habla del desequilibrio físico que se le ocasiona al caballo. Y yo creo que éste es el menor: mucho mas importante es el desequilibrio fisiológico.
 Un ejemplo nuestro: ¿es lo mismo llevar una carga de diez kilos en una mano que llevar cinco en cada mano? De la primera manera, buscamos equilibrarnos inmediatamente (y lo conseguimos), pero el desequilibrio fisiológico que sentimos es enorme: de un lado de nuestro cuerpo nos toca hacer un esfuerzo enorme, con el consiguiente cansancio muscular;  y muy inferior es el esfuerzo del lado contrario. Conclusión: cuando nos cansamos de un lado, cambiamos la carga al otro; pero siempre habrá un lado que trabaje mucho mas que el otro. En cambio, cuando llevamos 5 kilos en cada mano, los diez kilos se hacen muchísimo mas llevaderos. Con este ejemplo sólo pretendo hacer ver que el desequilibrio fisiológico es mucho mas importante que el físico del que se habla normalmente. El desequilibrio fisiológico del caballo lo ocasiona, precisamente, la única diferencia anatómica que tiene con los humanos, la falta de clavícula (en cuanto a la diferencia de  dedos, es un problema de cantidad), y el hecho de que su columna vertebral es horizontal (luego no debiera llamarse columna) y la nuestra es vertical. La necesidad fisiológica de que  jinete/amazona se coloque mas cerca de las espaldas que de la grupa (al contrario de lo que recomendaba JENOFONTE hace 24 siglos), y la ausencia de clavículas, hacen que los músculos que unen las espaldas a la columna vertebral -mas las costillas y esternón-, al no estar diseñados para llevar esa carga, necesitan de un trabajo, o entrenamiento, extra y específico. En esta restitución del equilibrio –que de natural no tiene nada-- consiste la gimnasia propia de la doma. Así pues, no es un problema de acostumbrar al caballo  a que nos lleve –como algunos libros dicen-, sino de enseñarle a que nos lleve bien y a que se lleve bien. Y para ello hace falta saber el por qué es así y cómo hacerlo para adecuar la gimnasia (o entrenamiento) apropiados.
Pero, desgraciadamente, nuestro peso no es el único causante  del desequilibrio fisiológico del caballo: nuestra mano, al manejar el balancín cuello/cabeza del caballo, según lo haga correcta o incorrectamente, ayudará o contrariará el equilibrio del caballo. Resulta que el caballo es el único animal –al menos doméstico- que tiene la misma sinergia cuello/riñones que nosotros. Y esta es una de las razones fundamentales de su “montabilidad” (palabra que he leído pero que no sé si será correcta). Un ejemplo para hacerme entender: si nosotros bajamos la cabeza --estiramos el cuello-, sentimos que los riñones se nos abomban, luego se estiran. Y al contrario, cuando subimos la cabeza y encogemos el cuello, notamos cómo los riñones también se nos encogen. A esto se le llama una sinergia muscular porque siempre ocurre igual. Gracias a esta sinergia, el hombre –y también el caballo- ambos pueden llevar una carga, uno a hombros y el otro sobre su dorso. El hombre baja la cabeza –tensa  el ligamento nucal que, a su vez, tensa el supraespinoso, con lo cual la carga no la aguantan los músculos del dorso, – el longisimus dorsi, que lo sentimos perfectamente a izquierda y derecha de nuestras vértebras a la altura de los riñones-- sino el ligamento superio (nucal + supraespinoso). Y este músculo, el longisimus dorsi,  que es locomotor y no portor (importante conocer esta diferencia en la musculatura del atleta, hombre o caballo), seguirá desempeñando su función locomotora. Lo mismo ocurre con el caballo. Esta es la razón de trabajarle “bajo y lejos”, es decir, estirando el cuello y, necesariamente, bajando la cara. Es la manera correcta de tensar el ligamento nucal que, a su vez, tensará el supraespinoso. Lo que ya no es correcto es decir que el dorso del caballo “oscila”. Lo que sí ocurre es que el “longisimus dorsi” se contrae alternativamente (pero no oscila). Esto es fácil de comprobar poniendo nuestros dedos corazones apoyados a los lados de nuestras vértebras, a la altura de los riñones. Al caminar, notamos cómo uno se contrae cuando el otro se relaja, y viceversa.
¿Y de las piernas de jinete/amazona, qué siente el caballo? Como suele haber poca educación de ellas, pronto se aburre el caballo. Una de las ideas en que más insiste Baucher  es la de “manos sin piernas y piernas sin manos”. Muy fácil de decir y dificilísimo de hacer. Lamentablemente, es uno de los problemas fundamentales que se le plantean al caballista. Posiblemente seamos los enseñantes los primeros responsables por no esnseñar debidamente los principios de la equitación como Dios manda (o el caballo necesita).
Pero las piernas no sólo tienen un papel impulsivo;  también nos equilibran a nosotros mismos y al caballo. En cuanto a nuestro equilibrio, el hecho de ir sentados en la montura –que nos aporta una gran estabilidad--, no quiere decir que las piernas no sean importantes en nuestro equilibrio. Y la posición ideal del equilibrio nuestro es, siempre, el pie debajo del culo; ahí no nos equivocamos. Y esto sólo es posible en la montura cuando nos apoyamos sobre los isquiones y mantenemos la espalda en la vertical  o por delante de ella. Esta posición vale para la doma, el salto y las carreras. Lo único que cambia es la longitud de los estribos y la consiguiente proximidad o alejamiento de la montura, con lo que el equilibrio será mas o menos estable (totalmente inestable el del jockey).  Sólo en los momentos puntuales en que el jinete necesita cambiar el equilibrio del caballo, podrá sacar el pie de debajo del culo, bien para desplazar los pies del caballo o el peso de las espaldas del mismo. A esto último se le ha venido llamando “incurvación” del caballo, pero la verdad es el cambio de equilibrio sobre las espaldas del caballo, cuya sensación es de incurvación (es la “sensación engañosa de los sentidos” de la que, tiempo ha, nos advirtieron Heráclito y Parménides).
Y, finalmente, el caballo siente que nos movemos sin ton ni son. ¡Y encima, creemos que ayudamos! Si tuviera que definir en muy pocas palabras en qué consiste la equitación, diría:
Equilibrio y coordinación de movimientos: en nosotros mismos y con el caballo.
Creo que si el caballo pudiera hacernos alguna recomendación, sería la de que nos comportáramos como una mochila inteligente
Seguiremos hablando del caballo y del caballista.

Paz y espero que sirva a alguien.
José Manuel Sales Pons, "el Cura"  
    

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