jueves, 1 de septiembre de 2011

ACERCA DE LAS ANTIGUAS MONTURAS VAQUERAS Y TÁRTARAS

Voy a empezar por dar mi versión sobre las monturas vaqueras antiguas y las monturas tártaras, más antiguas todavía.

Denominador común: muy altas y cortas. Y, sobre todo las tártaras que eran de madera, incomodísimas, casi un instrumento de tortura. El que no era capaz de mantenerse en equilibrio sobre esas monturas, es que no servía para jinete.

Esta solución que se le dio a la montura, resultó ser la mejor para el caballo. Me imagino que el hacerlas tan altas fue con el fin de evitar rozaduras y el hacerlas cortas para encajar mejor al jinete. Todo, en definitiva, obligaba al jinete a ir perfectamente equilibrado. En esta posición, el primer beneficiado era el caballo. Y el jinete que era capaz de acostumbrarse a ir así, casi lo encontraba natural, después de muchas horas de tortura. Pero dudo que los inventores de tales monturas pensaran en el bienestar del caballo. Un ejemplo próximo –e imaginativo-, sería como si todos los caballos, para su calentamiento –que podría reducirse hasta casi a cinco minutos- hubiera que montarlos con estribos de carreras. ¿Cuánta gente montaría?

Pasan los tiempos y llegamos a la segunda mitad del siglo XX. El mundo del caballo se revoluciona: pasa de ser un instrumento de trabajo a un instrumento de ocio. Quiere decirse que la mayoría de jinetes –cada vez mayor en número- son aficionados o, incluso, “domingueros”. De montar a ratitos. Y se empezaron a construir monturas pensando en la comodidad del jinete. Recuerdo la primera montura vaquera moderna que vi, –parecía un butacón- a principios de los sesenta. Y si mal no recuerdo, era de Armenta. Hasta el año 57 yo montaba más en vaquera que en galápago, que es como se le llamaba a la inglesa entonces. Y yo creí durante mucho tiempo que la vaquera que yo montaba era incómoda porque era mala, cuando resulta que entonces todas eran así. También recuerdo de la temporada que varios rejoneadores tenían una cuadra estable en la hípica de Valencia –década de los sesenta- que todos trabajaban a diario con montura portuguesa. ¡Esas sí que eran cómodas! Sólo utilizaban la vaquera, y ya algo transformada, en la plaza de toros.

Yo creo que dicha década de los sesenta fue la de la revolución de las monturas. ¡Menuda diferencia de las antiguas a las modernas de salto! Otra cosa que me chocaba de entonces, era ver a Paco Goyoaga con monturas con zalea de borrego. Era –y seguiría siendo hoy- el jinete perfecto. Y con la zalea, las monturas de entonces se lo ponían más fácil. Seguro.

Aprovecho el hablar de vaquera para solidarizarme con Félix Lara y todos los de vaquera que hayan leído las letanías de Adolfo Botín para decir que no estamos de acuerdo con él. Uno de los mejores jinetes de España, ligeramente posterior a Botín, Perico Domínguez Manjón, venía de la vaquera. A partir de él, podría citar a cientos. Yo creo que el gran problema de la vaquera nuestra es que ha evolucionado por transmisión oral, y tampoco hemos tenido la suerte de que apareciera un Homero vaquero que hubiera incitado a alguien a que escribiera. ¿Desde cuándo un vaquero empezó a jugarse la vida a diario y no en tropel? Yo creo que bastante antes de que aparecieran Grisone, Fiaschi y demás autores del Renacimiento. Sería bueno que Tomás MC, que debe estar bastante enterado del tema, nos aportara conocimientos. Bueno para los amantes de la vaquera –entre los que me incluyo- y para todos nosotros en general. El manejo del toro bravo debió hacerse, desde el principio, con caballos. Y se empezaron a desjarretar toros en la Edad Media. Tradición hípica vaquera debió haber. Tomás MC, espero que te des por aludido.

Paz y espero que os sirva a alguien. En breve hablaré de la mano bocherizada.

5 comentarios:

  1. Creo que todo jinete/amazona que tenga un poco de curiosidad hípica debe montar un caballo bien domado a la vaquera. La sensación en la mano y en las piernas es única. También es destacable el grado de sumisión que alcanzan los jinetes y caballos de esta disciplina. Además no posemos obviar la dificultad añadida de llevar las riendas en una sola mano, lo que limita mucho su uso. Otro campo en el que los jinetes/amazonas de vaquera tienen mucho que aportar a las demás disciplinas es en el del conocimiento de las embocaduras.
    Un saludo.

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  2. Estimado José Manuel:

    Recojo el guante, aunque no garantizo conclusiones definitivas. Lo escribo en dos partes, porque en una sola, el blog no me deja publicarlo.

    Ante todo, me gustaría aclarar que hablo más desde el punto de vista investigador que el de jinete, ya que los avatares de la vida me llevan a estar más tiempo rodeado de libros que de caballos, y además, hay que tener en cuenta, que aunque los jinetes vaqueros están muy orgullosos de su tradición, al ser esta eminentemente oral, carecemos de fuentes solventes con las que poder elaborar una teoría sólida, al menos en cuanto al origen y evolución de los atalajes.

    A mi particularmente, el estudio de la guarnición del caballo, e incluso el atuendo del jinete, es algo que me apasiona, ya que ambas cosas nos dirán mucho acerca de la sociedad del momento, puesto que hasta hace un siglo, en torno al caballo giraban muchas de las actividades principales del ser humano.

    Por lo tanto, con respecto a los puntos que comentas:

    - En efecto, las monturas vaqueras de hace algunas décadas, eran extremadamente altas y cortas. He visto algunas en diferentes guadarneses, y no tienen nada que ver con las que se hacen hoy. Supongo que aquí, la dimensión general del caballo, ahora mucho mayor y sobre todo desde que los cruzados llegaron para quedarse en la doma vaquera, ha influido mucho.

    - De la montura de los rejoneadores, aunque a algunos puristas de la vaquera les horrorice, es como dices una mezcla de la vaquera con la portuguesa, hasta a lo que se ha llegado hoy, que se conoce como “mixta”.

    - Con respecto a que la vaquera carece de teóricos y jinetes que nos hayan legado sus escritos, es cierto, aunque aquí ya hemos hablado de D.Álvaro Domecq, y yéndonos unas décadas más atrás, D. Antonio Miura escribió “Doma, Acozo y Derribo”, en el que, entre otras cosas, nos cuenta como le influenció la obra de James Fillis. Creo que estos jinetes, junto a algunos otros, marcaron la evolución de la vaquera. Este es un tema para hablarlo largo y tendido, y que suscitaría muchas polémicas, pues es cierto que incluso aún hoy, muchos jinetes de vaquera siguen anclados en el “esto lo hago así porque se ha hecho de toda la vida”, aunque por otro lado, tenemos jinetes en la actualidad, como Joaquín Olivera o Antonio Quinta, que han llevado la doma vaquera a un nivel excelso, verdaderos amantes de la Equitación por encima de todo, sea con montura clásica o albardón.

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  3. (Segunda parte)

    Por último, con respecto al origen del manejo de toros y vacas con caballos en España, no puedo aún pronunciarme con exactitud puesto que es un tema del que por una parte hemos oído diferentes teorías, y por otro, porque sigo ahondando en el tema – no todo lo que me gustaría – . Pero si puedo enumerar algunos datos, muchos de ellos conocidos por vosotros, sin duda.

    La doma vaquera “moderna” surge en el XVIII cuando el trasiego de ganado adquiere una gran importancia debido al auge de los espectáculos taurinos en nuestro país. La vigilancia del ganado a diario, y el llevarlo hasta las plazas, así como las tientas y otras faenas camperas, exigían jinetes y caballos especializados, junto a una serie de herramientas y arreos adecuados.

    Ahora bien, esto no es algo que surge de la nada. Ya en época romana hubo juegos públicos con toros (y con otros animales como sabemos). Las “arenas” romanas de hecho son el más claro precedente de la plaza de toros que pueda conservarse. Ahora bien, el culto y el juego con los toros, probablemente ya lo hicieron culturas anteriores, aunque la civilización romana, con sus magníficos edificios, “profesionalizó” el espectáculo y marcó un antes y un después. Seguro que se ayudaron de caballos.

    Por lo tanto, siguiendo en la Península Ibérica, los visigodos, que tantos aspectos de la cultura romana prolongaron, probablemente mantuvieron este legado, aunque ya no con la grandeza de los grandes espectáculos romanos. Pero si debió permanecer la ganadería (aunque no como la conocemos hoy día), y de hecho, sabemos que había grandes explotaciones agrícolas y ganaderas, los “latifundia”.

    Y cuando al-Andalus se consolida como estado, los espectáculos ecuestres eran importantísimos. Por un lado tenemos los desfiles y exhibiciones que se llevaban a cabo tras la entronización de los emires y más tarde de los califas, y los que se producían también con motivo de las victorias en batalla.
    Los juegos ecuestres eran muy comunes.

    Aquí en Sevilla, por ejemplo, en la explanada de Tablada, se hacían desde carreras de caballos hasta juegos con toros.

    En época califal, las monturas de lujo eran monopolio de una “fábrica” que era propiedad del califa, y se manufacturaban en Córdoba.

    Y esto me lleva a terminar enlazando con la posible herencia de todo el período andalusí en la montura vaquera. Por un lado, el estilo: la monta a la jineta. Pero con respecto a la forma y componentes, pues aunque hay piezas claras, como el estribo, en otras cosas, yo al menos no me atrevo a aseverar nada, ya que he visto en grabados monturas francesas del siglo XVIII que en su armazón no se distanciaban mucho de una montura vaquera de las antiguas. Aunque vaya a saber si no es influencia “de aquí para allá” (que lo dudo), como ya ocurriera con el estribo en el siglo VIII en la batalla de Poitiers. Y si vemos el grabado que John Frederick Lewis, que vivió en España de 1832 a 1834, le hizo a José María el Tempranillo, poca diferencia notaremos en los arreos con los que lleve un jinete bereber de hoy día. Nótese la generosa zalea, y algo que me llama la atención son los estribos, probablemente fruto de la fuerza que la equitación francesa tenía en esos momentos: http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Tempranillo_by_Lewis.jpg

    También, en el nombre de la montura vaquera, la herencia árabe es innegable:

    http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=albard%F3n

    http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=albarda

    (los enlaces no se activan, así que hay que cortar y pegar si se quiere acceder a ellos)

    Así, que en mi opinión, todavía quedan algunos puntos que amarrar en cuanto al origen de la montura vaquera, pero sin duda, la montura y guarnición vaquera, son fruto de la mezcla de una serie de elementos e influencias, y que le confieren esa identidad única.

    Un saludo.

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  4. Muchísimas gracias a TOMAS MC por su extenso y excelernte comentario.
    Y aprovecho para agradeceros a todos los <> porque, gracias a Dios, (sigo respetando viejas costumbres), todos aportais algo. A mí, desde luego, me sirven vuestros comentarios, y, seguro, que a alguien más también.
    Ahora me voy a centrar en la monta vaquera y no en la montura vaquera.
    Recuerdo haber leído hace años en alguna revista francesa (con mucho dolor de corazón no puedo citar las fuentes) que por los siglos XII ó XIII en España -increíble pero cierto-, donde ya se montaba a la jineta, se empezó con el rejoneo como sucedáneo de los torneos y justas de la época, donde por lo menos uno de los contendientes, salía bastante mal parado. Alguna mente preclara española debió pensar q era mejor entrenarse y pelearse con un toro bravo de los que teníamos en nuestras dehesas (creo que sin oficio ni beneficio), a hacerlo contra otra persona que, como decía, uno de los dos contendientes saldría mal parado, o incluso muerto o a punto. Como además se había convertido en una fiesta popular, era mucho más fácil alargar la fiesta. A esto hay que añadir que salían varios "rejoneadores" para desjarretar al toro, que es como comenzó el rejoneo

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  5. Félix Lara Canovaca15 de septiembre de 2011, 1:07

    En primer lugar, mostrar mi agradecimiento –entendido como memoria del corazón- a José Manuel y a Tomás por dedicar tiempo a escribir sobre la montura vaquera.

    Sobre el origen, desarrollo y evolución de la doma vaquera sólo voy a citar como referencia lo escrito por el maestro Luis Ramos-Paúl y Dávila en el capítulo décimo de su libro Sentir Ecuestre, ya que me parece exquisita la forma que tiene de abordar el tema.

    Como apasionado de la doma –sin apellidos- del caballo, me sobrecoge el contemplar a un buen jinete/amazona evolucionar en los distintos aires sobre su caballo. El regalo que esto ofrece al observador receptivo es inmediato: ritmo, descontracción, contacto, impulsión… y así hasta completar todos y cada uno de los elementos imperecederos que integran la escala de formación de la Federación Hípica Alemana.

    El correcto ajuste de la montura al dorso del caballo así como el buen funcionamiento de ésta sobre aquel tiene su importancia, tanto quizá como lo es para un atleta que sus zapatillas le queden cómodas. He aquí mi preocupación por que la montura sea cómoda para el caballo, con ello podemos evitar lesiones o dolor en la región toraco-lumbar, que cada vez con más frecuencia se relacionan con mal comportamiento o disminución del rendimiento deportivo.

    Centrándonos en la montura vaquera actual –es con la que tengo algo de experiencia- pienso que han sido dos los factores que han calado en su diseño:

    1. La cantidad ingente de horas que pasa el vaquero en su caballo (lo que exige comodidad para ambos: “diseño interior”)
    2. Lo agitado de las faenas de campo en el manejo del ganado de lidia (lo que exige seguridad y condiciona su “arquitectura exterior”)

    Sobre el armazón de la montura (diseño interior) los guarnicioneros hablan de las bondades que resultan de la unión de la paja de centeno con el cuero crudo de vaca, aportando al mismo tiempo flexibilidad y resistencia –no debemos olvidar que hablamos de un aparejo de trabajo y que ha de soportar con solvencia las inclemencias del tiempo-

    En lo que al diseño exterior se refiere, destacan sus borrenes (perilla y concha) quizá fruto de la evolución de la albarda, a la que se adicionaron una perilla que sirva para montar y desmontar con facilidad –aquí el zahón supone un handicap- y una concha o peineta –como dicen los antiguos- que evite al jinete salir por detrás en la ejecución de la echada.

    Otras singularidades que llaman la atención en la montura vaquera son sus aciones sin hebilla y con tres vueltas que aseguran larga duración y que en caso de rotura haría que el estribo deslice lentamente –esto podría sacar de apuros al vaquero que le toque en suerte la custodia hasta su embarque de la corrida apartada para Pamplona- Al parecer la cincha es la única que va independiente de la montura y su sistema de doble polea facilita sobremanera el cinchado. Otra peculiaridad que nos encontramos es un baste solidario al armazón (lo que dificulta su labor al artesano que las elabora). Estos y un sinfín de detalles más como sus reatillas, agujetas, anillas, etc, dan esa impronta tan característica a nuestra montura vaquera donde todo tiene su porqué, al igual que ocurre con otras monturas de campo como las charras en México, las gauchas en Argentina o las camarguesas en Francia por citar algunos ejemplos.

    Siendo por tanto la montura ideal para el uso del caballo de trabajo, creo que también resultan muy útiles en el guadarnés del aficionado. Cuando se invita a un amigo que no ha montado antes a dar un paseo por el campo, sin duda y con la colaboración de un caballo afable se sentirá cómodo y seguro y bajará del caballo con ganas de repetir –creando afición-. Su utilidad más tierna viene de la mano de los más pequeños, cuando se sientan entre la perilla y el jinete, y agarrados a la primera hacen las delicias de sus primeros trancos a caballo. Es por ello que nos encontramos ante una silla muy versátil que puede darnos muchas satisfacciones sobre todo en el campo.

    Hago mío aquello de: “…espero que sirva a alguien”

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