viernes, 9 de diciembre de 2011

EL JINETE

"LES ALLURES, LE CAVALIER” de L. DE SEVY (1919)

Libro escrito hace casi un siglo -dato que hay que tener en cuenta- por el oficial de caballería e investigador incansable sobre todo lo relacionado con el caballo, L. DE SEVY, y cuyas reflexiones sobre las cualidades morales del JINETE siguen siendo de total actualidad

EL JINETE.- Cualidades morales (capítulo 2)

Hoy en día, el automóvil ha vencido al caballo en velocidad y en resistencia. El caballo, cuando ya no es un instrumento de guerra, pasa a ser un instrumento de lujo o de deporte. Pero el “permiso de conducir” no confiere a su poseedor el conjunto de cualidades que el jinete actual ha heredado parcialmente de su antecesor el caballero: las virtudes guerreras y privadas; está permitido constatar que los contemporáneos acuerdan reconocerle la audacia, la distinción, la elegancia y el tacto.

Hay cualidades que todo verdadero jinete posee: las que le son necesarias para saber imponer siempre su voluntad a su montura y someterla a sus exigencias. Hay otras que nacen o se desarrollan en él, por una clase de educación que él recibe de su caballo, teniendo este una cierta influencia moral sobre su jinete.

Someter a su voluntad a un animal dotado de una fuerza superior a la suya, es su privilegio. Saber reaccionar tanto por el vi­gor como por la paciencia; saber ser enérgico sin ser jamás brutal; todo esto supone desarrollar un control de si mismo, que se ha convenido en llamar el tacto ecuestre. Esta cualidad está hecha de finura en la percepción de sensaciones que revelan ye sea la resistencia, ya sea la sumisión. El hombre, en general, está hecho de manera que, en todas circunstancias, se acuerda mas de la injuria que de la bondad; así mismo, se aferra a la menor resistencia, pero le hace falta mucho más tacto para percibir un principio de concesión y poner en práctica este gran principio de doma: "ceder, en cuanto el caballo ceda."

El tacto está hecho a medida de las exigencias del jinete, que no pide al caballo más de lo que éste puede darle, con un poco de renuncia, cuando él debe por razones suspender un ejercicio de doma interesan­te, y olvidarse de sí mismo para recompensar a su montura.

Es por esta variedad y estos procederse opuestos por los que el jinete llega a modelar su montura tan maravillosamente, que ésta no vive más que para satisfacer los mínimos caprichos de su voluntad.

Pero el caballo, a su vez, por una especie de inversión de los papeles, es a veces el educador de su jinete. Por su rebelión o por su sumisión, el caballo le enseña a darse cuenta de su error o de su tacto. Su memoria le hace acusar durante mucho tiempo los erro­res del jinete. Le obliga a acordarse de su error.

Hay en esto una verdadera doma recíproca que vuelve al jinete diestro, comedido en sus exigencias, atento a vigilar y analizar sus sensaciones, pronto a pasar de la dureza a la dulzura, sin odio y siempre dispuesto a perdonar, dueño de sí mismo en todas las cir­cunstancias, valiente y a veces temerario por la costumbre del peligro.

Todas estas cualidades vuelven al jinete eminentemente sociable.

La costumbre “de contar con él” hace que busque, en todas las cosas, el punto de vista del prójimo, lo que le hace parecer dis­creto, sagaz y poco egoísta. La obligación en la que se encuentra de pasar siempre por un intermediario para ejecutar su propia vo­luntad, le exige graduar sus exigencias para hacérselas acep­tar: Egoísta en el objetivo, no puede serlo en los procedimientos.

La solicitud del jinete por su montura debe ser continua: el caballo es incapaz de conocer sus necesidades y de bastarse a sí mismo, y los cuidados que exige hacen indispensable, en casi todo momento, la atenta presencia del jinete. Este en todo momento debe pensar y reflexionar por su caballo, prevenir todo lo que le sea necesario y ocuparse de él activamente hasta en los mínimos detalles de su vida animal. Debe ser bastante observador para compren­der los signos, a veces fugitivos, que denuncian una indisposición o un estado de cansancio; buscar y descubrir las causas, para remediarlas.

Un poco de abnegación de sí mismo es necesaria al jinete. En todo momento debe olvidar sus propias necesidades pera proveer a las de su montura, y de no pensar en su persona, aunque este muerto de hambre o de cansancio, solo cuando su caballo esté provisto de todo.

Esta solicitud y esos constantes cuidados del jinete para su caballo, procuran con el olvido de sí mismo, la costumbre de la observa­ción y el crecimiento de un espíritu crítico y reflexivo.

4 comentarios:

  1. Me encanta lo que escribe L. de Sevy porque, como jinete y como militar, siempre he intentado actuar así, aun cuando no suelo conseguirlo. Como militar es más fácil porque el soldado habla, pero mi máxima siempre ha sido comer sólo cuando Mis Soldados han comido, descansar sólo cuando Mis Soldados están descansando. Como jinete, ¿qué decir?. Hay que ser muy fino para entender lo que los caballos nos piden en cada momento. ¿Por qué no nos hablan y nos dicen lo que necesitan y lo que les pasa? Sería maravilloso. Abrazos Cura.

    ResponderEliminar
  2. egoista en el objetivo no puede serlo en el procedimiento, que "crack" eres cura. un abrazo-eduardo

    ResponderEliminar
  3. compensaria de sobra el esfuerzo que exige a un padre cumplir esta pasion que tienen sus hijos si aprendieran esta leccion, la cual les convertiria de paso en exelentes padres.

    ResponderEliminar
  4. Gracias por compartir su sabudía. Me he emocionado leyendo la publicaciòn de El jinete del 9 de Marzo. Y es que tuve un caballo "Kaos" con el que disfrute muchas horas haciendo rutas por la montaña, yendo a paseos, a la playa a San Antones y mi confianza era tal, que no me importaba que se hiciera de noche en la montaña. Si me perdía, me llevaba a casa. Pero murió y tengo otro, pero hecho de menos su paz, su tranquilidad, su compañía sin inconvenientes. Tenia un galope muy cómodo, y que tenía tope, lo cual era un seguro, para él y para mi.
    Ahora tengo a Boqueron III un ejemplar de media carta, con un corazón grande que me dice que me quiere, noble y cariñoso, que me sigue a todas partes con la mirada si lo dejo atado y con una fuerza expectacular, esa fuerza que te enamora cuando lo ves galopar suelto en el picadero, con las crines al viento, una belleza que fascina y que me hace quererlo cada dia mas. Tengo pasión por los caballos y mi espina es que después de año y medio no consigo que deje de asustarse por cualquier cosa,un pajarito, una moto, o otro caballo.
    Su naturaleza le hace huir del peligro, con un arranque espontáneo que suelo controlar unos metros mas adelante, parandolo y tranquilizandolo, pero que me aleja de él y me llena de tristeza pues no puedo confiarme y temo por él y por mí. Tengo un buen asiento, es dificil que me caiga,él no quiere tirarme , sólo tiene miedo. Quiero mucho a este caballo.Me siento afortunada de tenerlo, para mi es un lujo en los tiempos que corren, me llena de paz, y estoy sufriendo porque tengo miedo de acobardarme y no volver a montarlo. Me saltan las lágrimas cuando pienso que no mejorará la situación ni nuestra relación en breve.
    ¿Podría usted hablar sobre el miedo en los caballos,como mejorar su confianza? LLevo 7-8 años montando, he ido a clase, con un profesor para mí excelente Pepe Torres a quién agradezco lo que sé. Espero no le moleste mi comentario y le agradezco la posilidad de escribir estas lineas. Vaya mi admiración y mi respeto por su blog y sus articulos. Un saludo.

    ResponderEliminar