jueves, 4 de junio de 2015

MI MANO. 2ª parte. Publicado en la revista Ecuestre



En el artículo anterior hablaba de la distinción de las dos funciones  de la mano  que se han ido desarrollando a lo largo de la evolución, hasta hacernos totalmente distintos  a las demás especies animales.
Pero ésta no es la única polaridad de la mano que nos encontramos como caballistas: el distinguir entre tirar y resistir es uno de los mayores retos que se nos presenta en nuestro quehacer diario de “hombre de a caballo”. Y también aquí hemos de hablar de tirar, resistir y educación. Y conviene volver al consejo de San Agustín: “Lo primero en el orden de la intención –tirar cuando haya que tirar y resistir cuando haya que resistir-, es lo último en el orden de la ejecución”: se tarda mucho tiempo en conseguir ese control de nuestra mano y brazo. 

Dos consejos que también hay que tener muy en cuenta:

El del emperador Marco Aurelio cuando decía: “Acostúmbrate a las cosas que desesperaras alcanzar; pues la misma mano izquierda, débil de ordinario, falta de hábito, sin embargo maneja el bocado del caballo con más firmeza que la derecha; y es porque ella ha adquirido el hábito”

A mediados del siglo pasado, Gordon Wright, el primer autor hípico estadounidense de renombre, decía: “Una buena mano la puede adquirir cualquier jinete mediano, pero no en un día ni en un mes, sino siempre pensando en ello cuando se está a caballo y, ya pie a tierra, reflexionando sobre los resultados obtenidos”. Como si lo hubiera dicho el mejor pedagogo actual del mundo del caballo. Para conseguir el objetivo hacen falta fuertes dosis de ilusión, atención, esfuerzo y reflexión.

La primera pregunta que nos planteamos es: ¿cómo se puede llegar a distinguir entre tirar y resistir? La respuesta es puramente fisiológica: son dos acciones totalmente distintas, luego los grupos musculares que utilizamos serán distintos, aunque todos situados en  nuestros brazos. La consecuencia de utilizar unos músculos u otros es mecánica. Y acaba complicando la situación la carga emocional del caballista.

Aclaración fisiológica: se tira con el bíceps y se resiste con los dedos, cuyos músculos flexores y extensores, recuerdo, los tenemos en los antebrazos. Ejemplos de nuestra vida cotidiana: cuando frenamos la bicicleta y exprimimos un limón, lo hacemos con los dedos –los músculos del antebrazo-. Cerramos una puerta y  golpeamos, tirando con el bíceps. ¿Cómo y dónde lo percibimos mejor? En nuestro codo: al resistir permanece inamovible –ni se abre ni se cierra-; y al tirar siempre –o más bien, normalmente- lo cerramos. A caballo, es siempre. La educación empezará por tomar conciencia de la diferencia entre ambos usos de nuestros brazos. Y no es tan complicado; basta con saberlo y entrenarlo, incluso en nuestra vida cotidiana de peatón; estos momentos también educan y mucho más de lo que nos creemos. Marco Aurelio y unos pocos siglos antes Aristóteles, nos recuerdan la importancia de adquirir buenos hábitos. Gordon Wright, nos ha dicho cómo.

Jean D’Orgeix nos dió uno de sus mejores consejos al recomendarnos que el músculo a proscribir por el caballista –vamos, a utilizar en muy contadas ocasiones- es el bíceps. Sólo por esto ya podemos estarle muy agradecidos. 

¡Y los caballos encantados!
Paz para caballos y caballistas       

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